Bochorno de España en el Mundial de Balonmano

El balonmano español retrocedió 30 años con la derrota de su selección frente a Corea del Sur (24-23) en el Mundial, en uno de los ridículos más destacados de su dilatada historia en el concierto internacional de este deporte.

    22 ene 2009 / 20:57 H.

    Con esta bochornosa y decepcionante actuación, España no estará en la segunda fase del Mundial que se disputa en Croacia. Esta circunstancia no se producía desde 1979, año en el que la selección ganó en nuestro país el Campeonato del Mundo B. España, cuyos clubes dominan Europa y su Liga es la segunda más potente del continente tras la alemana, deberá jugar frente a las cenicientas del campeonato en la Copa Presidente. La selección viajará mañana a la ciudad de Pula, para medirse con Argentina, Australia y selecciones de ese tenor, para intentar acabar lo más cerca del decimotercer puesto. El destierro en Pula no es más que un castigo merecido por el pésimo Mundial que la selección nacional ha desarrollado en Split. Dos únicas victorias frente a Kuwait y Cuba, y tres demostraciones posteriores de impotencia es el bagaje del equipo convocado y organizado por Valero Rivera. Primero fue Suecia la que jugó mucho mejor que el equipo dirigido por Rivera. Después, España fue arrollada por Croacia y hoy Corea del Sur, la mejor selección asiática, la mandó al bochornoso destierro de Pula. David Barrufet, que vino a ayudar a Valero Rivera, no se merecía este fin. Desde que España entrara en la elite del balonmano (1979), nunca había terminado en un Mundial por debajo del undécimo puesto (Islandia'95). La medalla de oro en Túnez, hace sólo cuatro años, aparece ahora como un feliz episodio olvidado. El equipo español dio siempre frente a los coreanos sensación de superioridad. Pero el fragor de la competición no sabe de sensaciones. El espíritu del pivote Junggeu Park, todo pundonor, comió el ánimo a los españoles. El 6-0 defensivo español tampoco pudo con el juego de penetraciones, circulaciones y pases al pivote de Corea. La igualdad en el marcador fue la tónica predominante. El objetivo de conseguir un despegue en el marcador no llegó. España murió en su propia saliva, y ante un equipo basado en seis jugadores, que se vaciaron y dosificaron los esfuerzos, el ridículo cobró forma progresivamente. La entrada final en el túnel de la locura colectiva benefició a los asiáticos. El balonmano era nefasto, con ausencia de juego colectivo por parte española (8 goles en la segunda parte). Pero se trataba ya de ganar como fuera a Corea. Una parada de Kang a Iker Romeo desde los 7 metros fue la puntilla, a cinco minutos del final, con empate en el electrónico (22-22). España, incomprensiblemente con cinco debutantes en defensa (Morros, Cañellas, Sierra, Andreu y Víctor Hugo), se estaba jugando el pase a la segunda fase. Alberto Entrerríos entregó un balón a la defensa coreana, cuando España estaba en superioridad, y ahí se acabó el fuelle. Corea se plantó con dos goles de ventaja (24-22) a dos minutos del final y se acabó la historia.