Endorfinas por un tubo
Dicen que los abrazos liberan una hormona llamada endorfina que da sensación de seguridad, de tranquilidad, semejante a una sesión de acupuntura. Pues Moisés Muñoz debió liberar toneladas el día de su toma de posesión como presidente de la Diputación. No hay más que ver los besos y achuchones cariñosos que regaló a diestro y siniestro.

Y es que este político socialista (Segura de la Sierra, 1955) conoce la Diputación mejor que su propia casa y manejar los entresijos de semejante monstruo institucional es un aval más que sobrado para lo que ahora se le viene encima. Llega a la cúspide del organigrama como el mejor corredor de fondo, por ley natural. No podía ser otro. Su papel en la sombra durante estos tres últimos lustros ha tenido mucho que ver en lo hoy es ese gran ayuntamiento de ayuntamientos, así que no se trata de echarle flores, sino de reconocer la evidencia. El rodaje lo tiene hecho, por lo que es de esperar que el viaje le sea mucho más fácil que a cualquier otro u otra que tuviera que aterrizar desde otros pagos. Si yo fuera Moisés Muñoz estaría más feliz que Espinete, como de hecho lo está él, pero con el gigantesco hándicap de tener que enfrentarme a comparaciones odiosas. Yo no intentaría ser otro Felipe López, como muchos esperan que sea. Es cierto que Moisés Muñoz se ha subido al tren en marcha, perfectamente encarrilado, pero puede coger el mando del maquinista en el vagón principal y marcar el rumbo que quiera. No sólo echar más madera, como la célebre película, sino cambiar de vías si es necesario. Que en algunos aspectos, para qué negar la evidencia, sí que lo es. En materia de promoción turística, la niña bonita que ahora recae en María Angustias Velasco, hay que dar un golpe de timón, porque hasta ahora los resultados dejan mucho que desear. Siempre que lo que se busquen sea resultados, claro, y no mirarse el ombligo por los siglos de los siglos. Ahí puede aportar mucho él, que fue en su día diputado de Turismo. Hay que venderse cuanto más lejos mejor, para empezar. Y otra serie de cuestiones estratégicas que alguien, -a quien paguen para eso, claro- debería inventarse. ¿Continuismo? Es lo que se reclama del nuevo presidente de la Diputación hoy por hoy, pero si en vez de continuar, se puede ser mejor, —porque se puede—, hay que intentarlo.