Todo por el pueblo...

Tomó una decisión poco acertada, cuando son malos tiempos para la “lírica”, y el pueblo se le echó encima. Tuvo que soportar un rosario de críticas y comentarios, con tendencia al chascarrillo, que solo el tiempo contribuirá al olvido. El alcalde de Mengíbar se convierte en protagonista, por más de un día, “gracias” a una moción que una buena noche llevó al pleno del Ayuntamiento camuflada bajo el paraguas de una tercera liberación. Gil Beltrán Ceacero centra todas las miradas dentro y fuera de su tierra. Rozó la vena sensible de la ciudadanía y abrió la caja de los truenos de un partido tocado por roces internos con retranca.

    10 feb 2014 / 12:00 H.

    Su sorprendente e improvisada propuesta para subirse el sueldo lo introdujo en un callejón sin salida del que le costará sudor y lágrimas escapar. Carne de cañón para una oposición hambrienta de motivos para dar caña en un municipio con arraigada tradición socialista en las urnas.
    Él, que dio su “vida” por el pueblo, a punto estuvo de quedarse sin el pueblo. Todo tiene una explicación. O dos. La historia comenzó cuando el “director” de la Alcaldía perdió la mayoría absoluta, en el anterior mandato, después de una trayectoria como para escribir un libro. Un pacto tripartito jamás conocido le arrebató el bastón de mando un año después de la cita electoral. En las últimas municipales recuperó lo que él considera que nunca debió perder: el máximo respaldo de sus vecinos. Fue entonces cuando tuvo que remangarse para empezar a saldar las deudas que atribuye a una herencia envenenada. Tras casi tres años de legislatura, el Ayuntamiento levanta cabeza. Rebajas de pólizas, atisbos de cuentas pendientes saldadas, pagos a proveedores al día... Gil Beltrán, convertido en gestor fiscal de su Ayuntamiento, pensó que, después de tantos logros económicos, llegó el momento de incrementar sus beneficios salariales por el módico precio de doce euros diarios.
    Su planteamiento incluía un aumento para el número dos, Juan Peña, y un sueldo para la concejal Francisca Gálvez. El pleno lo aprobó, gracias al poder de la mayoría absoluta. Al día siguiente se armó la de San Quintín. En el pueblo y en las redes sociales saltaban chispas ante una impopular decisión que nadie supo entender. Ni siquiera la fuerza política a la que pertenece el propio alcalde. Estuviera o no el enemigo en casa, el caso es que el secretario general del PSOE de Mengíbar, Juan Bravo, se tomó tan “indecente” propuesta a las bravas y movió Roma con Santiago para reconducir la situación. Él, enemistado políticamente con un alcalde amante de la independencia, encontró un buen filón para descolgar el teléfono y conseguir la visita de alguien que pusiera paz entre lo orgánico y lo institucional. El “salvador” llegó, vio y venció. La dirección provincial envió al secretario de Organización para apaciguar los ánimos y cerrar un capítulo más de una historia que se presagia intensa. Gil Beltrán, fiel al refrán, se convirtió en el sabio rectificador con una marcha atrás valiente y honesta. No habrá subidas de sueldo. Solo una merecida liberación parcial para la tercera edil. Todos contentos. El pueblo siempre lleva la razón. 

    En corto
    Acostumbrados estaban los dirigentes del Partido Popular a resolver sin estridencias y con férrea disciplina interna sus procesos internos. Pero la sucesión abierta en Andalucía deja al descubierto que existen roces más que visibles, no solo entre líderes con tentáculos fuera de Andalucía, sino también entre presidentes provinciales. Hay quienes quieren a José Luis Sanz como sucesor de Juan Ignacio Zoido y otros que opinan que ya está bien de que Sevilla acapare el poder. Lo dicen en público o en privado, pero lo dicen. Sin embargo, el de Jaén, José Enrique Fernández de Moya, sigue fiel a la disciplina del silencio. De ahí no hay quien lo saque.