La prueba del algodón
Hay compañeros y amigos que, superada la difícil adolescencia, jugaban a la bola de cristal para tratar de acertar su futuro. Dicen las exageradas lenguas que existían quinielas exclusivas. El alumno más aventajado de su promoción apuntaba maneras. El cargo de ministro ocupaba la apuesta más cara y el de secretario de Estado, la menos osada. Todos, sin excepciones, vivían con la certeza de que José Enrique Fernández de Moya sería mucho más que alcalde de su tierra. Un cuarto de siglo después algunas de aquellas viejas, y no tan viejas, glorias se reafirman en sus convicciones y aventuran que será uno de los personajes políticos más influyentes del siglo XXI.

Lo que resulta evidente, en este preciso momento, es que el líder del Partido Popular de Jaén se encuentra en el punto de mira dentro y fuera de su propia frontera. Sus estratégicos pasos lo han llevado a convertirse en una pieza clave en el engranaje del relevo puesto en marcha en Andalucía. Hay quienes están convencidos de que la elección de sustituto en la Alcaldía fue tan aligerada que abrió la caja de los truenos en Sevilla y aceleró un ralentizado programa sucesorio. Otros opinan que él, que no da puntada sin hilo, lo hizo con premeditación y “alevosía”. El caso es que, maniobra o casualidad, provocó el exterminio de la fecha de caducidad de un proceso aplazado en el tiempo por culpa del “dedo” de Mariano Rajoy.
José Enrique Fernández de Moya armó la “marimorena” en la sede central de la dirección regional del partido con una noticia, despejada por este periódico, que corrió como la pólvora por toda Andalucía. La historia comenzó cuando encendió la maquinaria de la sucesión en el Ayuntamiento, sujeta a una previsible marcha a Sevilla. Sonaban más que campanas cuando el alcalde forzó el “sí quiero” de Javier Márquez para dejar en sus manos la herencia municipal. Los repiques apuntaban al nombramiento de secretario regional, el número dos, en la candidatura de José Luis Sanz.
Lo que ocurrió después fue un cúmulo de circunstancias amparadas en una crisis interna que poco acostumbran los populares a airear. A los secretarios provinciales se les fue de las manos el aclamado consenso para elegir el sucesor de Juan Ignacio Zoido y, antes de que la herida fuera mortal, alguien optó por cortar la hemorragia con una cura más divina que humana. De nada sirvió el esfuerzo de María Dolores de Cospedal por construir la unidad con el alcalde de Tomares. Donde manda patrón no manda marinero. El líder por encima de todos los líderes de un partido amante de la disciplina y enemigo del escándalo político maniobró entre bambalinas apoyado en el “bastón” de Javier Arenas. Puso nombre y apellidos a la persona que se las tendrá que ver con Susana Díaz en Andalucía, un hombre adalid del relevo generacional que sorprendió, incluso, hasta a sus propios compañeros.
Juan Manuel Moreno Bonilla provocó un vuelco en las quinielas y abrió el telón de un escenario totalmente diferente. También para José Enrique Fernández de Moya, proclamado amigo íntimo del secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad desde el minuto número uno. La marcha del alcalde a la dirección orgánica andaluza se complicó aquel día de la buena nueva. Su peso en el partido quedó acreditado en la escena en la que el protagonista era José Luis Sanz. Sin embargo, el presidente de los populares jiennenses tendrá que someterse, ahora, a la prueba del algodón. Él, que a punto estuvo de ver cumplido el sueño de alejarse de las dificultades económicas del Ayuntamiento, estará obligado a demostrar, en el congreso que se avecina, que su poder está por encima de un buen puñado de compañeros dentro del partido que lleva en los genes.
No bastará con un cargo intermedio. Necesitará un espaldarazo de vértigo para poder aparcar lo institucional y someterse, en exclusiva, a la responsabilidad orgánica. Los perfiles de José Enrique Fernández de Moya y Juan Manuel Moreno están cortados por idéntico patrón. El tiempo dirá si trabajarán en el mismo equipo o en categorías diferentes. El futuro del líder jiennense todavía no se encuentra escrito. En juego está su prestigio como alcalde y presidente del Partido Popular de Jaén.
En corto
Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que las espadas en el Partido Socialista de la capital estaban siempre en alto. La división interna entre la agrupación —lo orgánico— y miembros del grupo del Ayuntamiento —lo institucional— apuntaba maneras. Sin embargo el escenario es, ahora, bien distinto. Hay entendimiento entre los máximos mandatarios, Manuel Fernández y María del Mar Shaw, hasta el punto de que uno fue el que medió con la dirección provincial para que la otra obtuviera área en la Diputación. Un espaldarazo al trabajo de terapia de grupo del PSOE municipal que consigue recompensa, en forma de un “detalloso regalo”.