Compuesto y sin Susana

Así se quedó. Compuesto y sin Susana. Fue un viernes de otoño, con el albero como escenario, cuando José Enrique Fernández de Moya la esperaba con un ramo de rosas rojas en la mano. La ocasión la pintaban calva. En la feria todas las penas se olvidan. Se encontraba él en su salsa, rodeado de su gente, en una caseta a rebosar, dispuesto para vivir el capítulo final de tantas historias de flirteo postal. A menos de cien metros estaba ella.

19 oct 2015 / 10:37 H.

La presidenta de la Junta de Andalucía pisaba San Lucas y, aunque en sueños pudo imaginar la escena, tuvo que pellizcarse para creer lo que veían sus ojos. Bailar unas sevillanas juntos quizás fuese ir demasiado rápido. Le bastaba con un “me alegro de verte” y un par de besos bien plantados. Sin embargo, no pudo ser. Su gozo, en un pozo.
Más de setenta cartas no fueron suficientes para un esperado encuentro. El alcalde de Jaén lleva gastado en sellos más que en corbatas. En la primera etapa en la que Susana Díaz sustituyó a José Antonio Griñán al frente de la Administración andaluza llegó a enviarle una por semana, una pequeña montaña después de un año y medio de cortejo. Y nada. No hubo forma de obtener un “sí”. Las contestaciones llegaron solo por mensajeros volantes en forma de puyas políticas. Lo que hay que sufrir.
El caso es que estuvieron a un paso de verse las caras. Pudieron hasta compartir un vaso de agua fresquita y un plato de paella recién hecha. Pero no pudo ser. Los fotógrafos no tuvieron la suerte de captar tan golosa imagen periodística. Se quedaron como él, con el ramo de rosas en la mano. Otra vez será. O no. Quién sabe qué pasará dentro de apenas dos semanas. La presidenta de la Junta, después de su paréntesis maternal, tiene previsto retomar la ronda de contactos con los alcaldes de las ocho capitales andaluzas. Se vio con los de Málaga, Sevilla, Córdoba y Huelva, cada uno de su padre y de su madre en términos políticos. Le quedan tres: Cádiz, Granada y Jaén. Todo hace indicar que el jiennense será el último. Con un poco de suerte —buena o mala— no se verá con él cuando ya no haya más remedio que tocar a la puerta de la Plaza de Santa María. Lo más probable es que no la abra José Enrique Fernández de Moya. Para entonces se habrán convocado elecciones generales y los candidatos al Congreso de los Diputados estarán puestos en fila, preparados para entrar en el vagón con destino a Madrid. Todo hace indicar que en ese tren viaje el presidente provincial del Partido Popular, que dejará el bastón de mando en manos de su sucesor. No se hablaba de otra cosa en su caseta, donde se fundieron en una piña todos los “actores” del cambio. La vieja y la nueva guardia, unidos en amor y compañía, como no podía ser de otra manera. Tú, Gabino, a Boston, yo a California. Y a rezar para que no haya cunero que nos rompa el baile.
Entre conversación y conversación, tiras y aflojas entre unos y otros, como en las mejores familias, José Enrique Fernández de Moya no podía dejar de pensar en ella. Las horas pasaron y Susana Díaz abandonó San Lucas entre arrumacos y besos de quienes la encontraban a su paso. Con la miel en los labios se quedó él y ella, sin las rosas rojas. El ramo de flores tuvo que ser devuelto a su dueña, no están las arcas para tanto dispendio.

En corto
Sigue el capítulo de José Castro. El diputado por la comarca de Cazorla justifica su salida de Ferias Jaén en la imposibilidad de asumir más competencias de las que tiene. Además, confirma que su propósito era dar el salto a Sevilla y dejar la Diputación Provincial, en la que lleva quince años. Sin embargo, no encontró sustituto en la comarca que representa y no tuvo más remedio que continuar los próximos cuatro años. Ningún alcalde quiso asumir el cargo de diputado, bien porque no es el momento o bien porque no está preparado.