Benedicto XVI
Plácido Cabrera Ibáñez / Desde Jaén. En estos días, Benedicto XVI frecuentemente está mostrando su agradecimiento a todos “Os doy las gracias de corazón”. No estábamos acostumbrados y preparados para tan gran sorpresa, para recibir la noticia de “renuncia al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro”.
Han pasado cinco siglos desde que se produjo algo similar. No resultaba fácil ser el sucesor de Juan Pablo II, pero en este corto tiempo, cercano a los ocho años, se ha ganado el cariño, la simpatía, el respeto y la admiración de todos. El que cuando fue elegido se presentaba al mundo como “un sencillo y humilde obrero de la viña del Señor”, expresaba su consuelo de “que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con herramientas insuficientes”. Su legado en este breve pontificado no será efímero, nos ha dejado auténticos “tesoros” con sus escritos y virtudes personales, así como un formidable ejemplo. Ha vuelto a recordar que “siendo cristianos sabemos que el futuro es nuestro, el futuro es de Dios, que el árbol de la Iglesia crece siempre de nuevo. La Iglesia se renueva siempre, renace siempre. Servir a la Iglesia con la firme convicción de que no es nuestra, sino de Dios”. Gracias por sus oraciones, por su fidelidad. Gracias, Santo Padre, por defender la vida desde que se inicia hasta su final. Gracias, por luchar en defensa de la justicia, la libertad y la paz. Gracias, por sus trabajos por la unidad de los cristianos. Gracias, por su constante atención y ayuda hacia los más desfavorecidos. Gracias, de todo corazón. Como nos ha pedido, muchas personas seguirán sus deseos y le “recordaran en la oración”.