Benedicto XVI
El domingo por la mañana, por la televisión, pude ver a Benedicto XVI durante la celebración de la Santa Misa en el Líbano, que fue maravillosa: veíamos sólo cabezas, innumerables, protegidas del sol por sombreros, gorras, debido al calor del día soleado. Cuántas personas, comenzando por los arzobispos, obispos, sacerdotes, tantos cristianos y posiblemente también sólo curiosos, lo han acompañado en la Eucaristía.
Qué fortaleza física y espiritual, qué amor del Papa a tantos cristianos que sufren en esa y otras naciones del mundo. Se le aconsejaba que no fuera a ese país, pero ha ido. Se ve que el Señor lo lleva de la mano, que guía sus pasos, que su ser entero se apoya en Él. Cuídalo, Señor, estamos tan necesitados de esa fuerza espiritual que se entrega a Dios sobre todo y a tantos cristianos y no cristianos del mundo que sufren. El Santo Padre está pendiente de esos sufrimientos, pues tiene auténtico conocimiento de lo que pasa en tantas naciones. Auméntale el amor, Señor, la sabiduría y la fortaleza. Estamos tan perdidos en este siglo comenzado; hay tantas penas y abandono de niños, jóvenes y mayores. Sería injusto y egoísta por parte de los que nos sabemos cristianos no rezar por el Papa, representante de Cristo en la tierra; cómo no rezar por su salud de alma y cuerpo, física y moral. Con qué respeto y amor le han acogido en el Líbano, nación que hoy día puede estar orgullosa de haberlo tenido tan cerca, tan feliz y entregado, como si no contara la edad.
PAULA CAMACHO ANSINO desde JAÉN