Belenes.- El mejor arte navideño
Es Navidad y las ciudades se engalanan según sus posibilidades. Los hogares desprenden olor a turrón, mazapán y otros dulces típicos de la época y sus paredes se llenan de ofrendas para las visitas, colores, luces y adornos. También de botas para los caramelos, árboles, coronas y otras figuras. En todo este decorado que transporta a un mundo de ilusión y alegría no suele faltar un elemento típico de la religión católica. Es el belén. No en vano, lo que se conmemora es el Nacimiento del Niño Dios.
Su tradición se remonta a la Nochebuena del año 1233. Fue realizado por San Francisco de Asís en una cueva próxima a la ermita de Greccio (Italia). En ese momento la escena del misterio no se representó con figuras, sino que se emplearon animales de verdad. Además se celebró una eucaristía simbólica. Este santo es el patrón de los belenistas.
Para “escenificarlos” hay diferentes materiales. Existen de papel, de plastilina, de madera, de escayola, artesanales e industriales; todo depende del gusto y también, en muchas ocasiones, de la zona en la que se instala. Y es que el belenismo es todo un arte. En numerosas provincias del país asociaciones congregan a personas con esta afición, del mismo modo que hay foros en internet en los que se comparten diferentes técnicas y se resuelven dudas. En la jiennense aún no se ha formado grupo alguno que los agrupe. Sí que hubo un tímido intento el año pasado, pero aún no ha dado frutos.
En Jaén se pueden encontrar en establecimientos comerciales, administraciones y casas particulares que abren sus puertas para que cualquier persona pueda contemplarlos y deleitarse. Un belén tiene muchas horas de trabajo, incluso días. De hecho no falta quien comenta que empieza a prepararlo de un año para otro. Se dibujan planos, se buscan efectos de perspectiva y profundidad, de niebla o lluvia, se cosen trajes para las figuras... En definitiva, en su composición se hace realidad el refrán “para gustos, los colores”. A través de sus elementos se relatan los paisajes bíblicos que van desde la Anunciación hasta los doce años de Jesús, cuando se perdió en el templo.
Los misterios se pueden dividir en cuatro clases completamente distintas según su estilo. Los paisajísticos se elaboran, ante todo, con elementos naturales como rocas, corcho, pino, arena... En segundo lugar se encuentran los denominados regionales, que resaltan la cultura de cada territorio; ejemplos de estos son la figura de “caganer” en Cataluña o los belenes flamencos. Además existen el hebreo —adornado como en la época de Jesucristo— y el viviente. Inmaculada Espinilla