Basura humana
Los que huyen de la guerra, el hambre o la enfermedad, son basura para el eurodiputado polaco de chaqueta y pajarita roja. Los que dejan su hogar y su patria buscando la libertad, sabiendo que la muerte de la que huyen pueden encontrarla en el camino, son escoria que no quieren trabajar.
Los que luchan por salvar los obstáculos de las alambradas con cuchillas y las porras y gas pimienta de la policía húngara, son basura humana, y, como tal, recibidos a zancadillas y patadas por la reportera de cabellos rubios que graba la tragedia. Reino Unido acogerá a refugiados previamente seleccionados, mientras que España necesita conocer sus perfiles, ¿para eliminar la basura humana? A miles de kilómetros de su hogar, agotada y hambrienta, esta basura se encuentra recluida en rediles, como ovejas que esperan en el matadero, por decisión de gobiernos democráticos, cuyos ordenamientos jurídicos proclaman la justicia como derecho fundamental de la persona.
Sin embargo, entre tanta oscuridad se abre la luz a la esperanza, la sonrisa y el abrazo de humildes ciudadanos que sufren el dolor de sus hermanos, junto a ONGs de voluntarios. A estos hombres y mujeres, cuando sean juzgados les dirán: “¡Venid benditos y tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo! Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, forastero fui y me disteis posada, desnudo y me vestisteis”. El duro corazón de la basura humana que copa los resortes del poder cosechará lo que ha sembrado en este mundo.