Banalidad vs verdad profunda

El discurso más coherente que ha utilizado siempre el poder para responder a los ciudadanos que se manifiestan pacíficamente es la porra. Cuando el sector político intenta mantenerse a flote ante una inundación recurre a las bocanadas; y cuando dice algo, no se entiende.

    13 jul 2011 / 18:14 H.

    En realidad la función del sector político (sea Gobierno, aspirante o se mueva por la corte como por río revuelto) es ocultar el meollo de la cuestión mediante juegos de distracción, que ya no son ni cómicos, ni trágicos ni todo lo contrario. Juegos que constituyen una banalidad perversa, porque ¿usted sabe exactamente qué está pasando en este país aparte de que no nos enteramos de nada? Las bases dialécticas del juego en el limbo de los diputados son las mismas que las del ping pong, pero sin pelota. El señor R dice que estamos saliendo del túnel. El señor R1 dice que vamos para atrás, de culo y cuesta abajo. Aquel, que las reformas son necesarias para afrontar la crisis; este, que son un error que está llevando a España a la situación más catastrófica de su historia. El señor R serenamente tranquiliza que no lloverá. Cuando habla el señor R1 siempre está lloviendo. Oí a un diputado del PP decir: “Yo confío en la confianza”.  El físico danés Niels Bohr escribió que “una verdad banal es una proposición cuya contraria es falsa; una verdad profunda es una proposición cuya contraria es también una verdad profunda”. ¿Son las banalidades de los señores R y R1 contrarias entre sí? Yo diría que es una con dos caras, que revela una verdad inintencionadamente profunda. Ocultar la verdad mediante torpezas pueriles es la evidencia más clara de que el sistema sufre de estrangulamiento irreversible. ¿Cómo admitir por su parte la hipertrofia del sistema que defiende, la aniquilación de ecosistemas enteros a manos de las multinacionales de la alimentación? ¿Cómo explicar que el crecimiento económico es una patología insostenible que está asfixiando al propio crecimiento? ¿Cómo explicar que gracias al “dinero financiero” las multinacionales no tratan de crear puestos de trabajo, sino de extender su poder de control sobre la cuota de mercado, privatizar el sector público y atornillar las decisiones políticas? ¿Cómo van a convencernos de que nuestros ahorros no se utilizan para financiar a fabricantes de minas antipersona? ¿Van a confesarnos sus señorías que en realidad son simples intermediarios que han de cumplir las órdenes dictadas por las necesidades de los mercados financieros y que su misión principal es salvar a bancos, constructoras y concesionarios de autopistas? Y, a todo esto, ¿cuál es el papel de los ciudadanos en este espectáculo? Espectadores destinados a satisfacer los niveles de audiencia.

    Guillermo Fernández Rojano es escritor