Baeza.- Una feria de arte distintivo

Caballos que relinchan antes de llegar al Paseo de la Constitución anuncian que la feria de Baeza está próxima, si es que el alboroto de las sevillanas que se escucha a decenas de metros a la redonda no es suficiente. Como ondas que se propagan, las vibraciones sonoras son el primer síntoma de que el recinto ferial diurno, donde se inauguró la feria de día ayer, ya rinde con apogeo entre vestidos de gitana y aroma a vino blanco.

14 ago 2014 / 22:00 H.

Una recta que se pierde con el gentío, a lo lejos, en el principio del paseo, queda escoltada a los lados por casetas y casetas que ofrecen la gastronomía y las “tapas” típicas del municipio. Las mesas están repletas de paella o cazón, también de refrigerios y cervezas, opciones para refrescarse debajo del telar que está dispuesto para que los rayos de sol no provoquen más sudores que los justos. Es difícil sentirse fatigado en el jolgorio, pues la música y los aspersores colocados crean una atmósfera “fresquita”, tanto para los que están sentados como para los que pasean —con carricoches, globos o niños en mano—. Las gotas que se esparcen combaten las altas temperaturas, pero no camuflan el olor que enciende el apetito. Olor de festividad y alegría. Olor de feria y encanto. Olor que enamora. No huele, pero se escucha al grupo Valkyrias, de cante rociero, amenizar a los transeúntes, al tiempo que varias parejas de gitanas unen sus colas al danzar. Bracean las mujeres con el arte que solo estas fiestas despiertan en los vecinos. Aunque también, de manera improvisada, un desfile de modelos atraviesa el paseo repentinamente y atrae las miradas. Es la feria, inesperada, en la que puede ocurrir algo distintivo en lo que tarda uno en girar el cuello. Y todo en un enclave pintoresco, por la historia del lugar, de sus edificios, de lo antiguo, y también de lo pintoresco, de lo autóctono, con los caballistas y sus sombreros cordobeses —un signo inequívoco de la Andalucía folclore—, como parte de un decorado tradicional y único en la región. Y callejear en los alrededores, calzadas que bebieron siglos y que hoy están reconvertidas junto a establecimientos que cuidan la estampa representativa del Patrimonio de la Humanidad. Suenan palmas de ritmo y vuelven a bailar los vestidos, de lunares o de flores, pero los colores se fusionan en una paleta animosa. Cualquiera que se detenga no puede evitar que alguna parte de su cuerpo siga las canciones y su melodía. Porque es la feria de Baeza, el lugar donde se combinan la pasión por la cultura y la tradición de las costumbres.