Baeza sobrecoge con su plegaria

Un violín en el altar de la Catedral de Baeza recordó, ayer, el fallecimiento del concertino del Miserere durante 40 años, José Gámez. El recital, que se celebró en su memoria, reunió a casi mil quinientas personas en las naves del templo que se llenó un cuarto de hora antes del comienzo.

15 abr 2014 / 22:00 H.


La muerte de uno de los pioneros en la recuperación del Miserere en la ciudad Patrimonio de la Humanidad, José Gámez, marcó la celebración de este recital, en parte profano, en parte sacro. Antes de que la Coral Baezana y la Banda de Música de Baeza comenzaran su interpretación, la Catedral enmudeció, durante un minuto, para honrar la memoria del concertino. Su hijo, llamado José Gámez como el desaparecido, sigue como sucesor de su padre y, ayer, interpretó la pieza junto al violín de Gámez, colocado junto a la orquesta para recordarlo. No es el único homenaje motivado por esta pérdida, que llegó el pasado 14 de febrero. En el cartel anunciador de esta tradición baezana, que se repite cada Martes Santo, aparece el rostro del difunto, junto al templo mayor de la ciudad. Fue una de las pocas novedades, triste en esta ocasión, que trajo la interpretación musicada del Salmo que admite escasas innovaciones, desde su renacimiento, en 1971 y, después de que en el siglo XIX, lo ideara Hilarión Eslava para la iglesia catedralicia de la Natividad de Nuestra Señora.
La concejal de Cultura, María Ortega, recuerda que, precisamente, el respeto al pasado es uno de los valores del Miserere. Esta expresión artística única pasa de padres a hijos para mantenerse igual, “per secula seculorum”, que podría haber dicho el obispo, Ramón del Hoyo. No lo hizo, porque el prelado excusó su presencia en Baeza. En su lugar, acudió el deán de la Catedral, Francisco Juan Martínez Rojas, que fue el responsable de introducir la interpretación musical y dejar claro que el renacer anual del Miserere es el homenaje a los “baezanos de ayer”.
Las “voces blancas” de la veintena de niños cantores, se integraron perfectamente en un conjunto formado por un centenar de aficionados en total, baezanos todos. El más joven de ellos no llega a los 10 años. Como ya hizo su padre, Gerónimo Morales, Martín Morales tomó la batuta y condujo el rezo cantado del salmo 50 de la versión vulgata de la Biblia. Músicos de conservatorios españoles les acompañaron con vientos y metales. El “miserere mei Deus”, traducido al castellano: “compadécete de mí, Señor”, resonó en las naves proyectadas por Andrés de Vandelvira. Lo escucharon casi un millar y medio de personas, todos los que caben sentados hasta completar el aforo. Allí se encontraban las autoridades invitadas y una delegación de Burlada, el pueblo navarro donde nació Eslava. El alcalde, Leocadio Marín, hizo de anfitrión. Curiosamente, este año, un cuarto de hora antes de que comenzara el concierto, ya no había localidades. Aún, algunos curiosos y visitantes decidieron aguardar en la Puerta de la Luna del templo, por si quedaba algún hueco libre. Los catorce voluntarios de Protección Civil, encargados de que todo saliera bien, fueron los que menos pudieron disfrutar a gusto de esta querida expresión artística, que a tanto público atrae.