08 abr 2014 / 22:00 H.
Desde Baeza. No me he olvidado, aunque me valga, con la venia y el beneplácito del lector, de otro escenario periodístico como es Diario JAEN, de las siguientes cofradías y hermandades baezanas que cito a continuación y permítanme pues vuestras mercedes, que utilice el título abreviado, por el que con cariño y respeto todo el mundo las conoce: “Nuestro Señor de la Caída, La Sangre de Cristo, La Fervorosa: muy afamada, La Vera Cruz, El Paso: muy preciado, Las Angustias, El Santo Entierro”, sobre la Semana Santa baezana se puede decir sin riesgo de ser desmentidos, que es una verdadera maravilla de la que todos debemos presumir y que todos estamos obligados moralmente a honrarla. Es desde el Miércoles Santo, hasta el Viernes Santo el verdadero nudo gordiano del “semanasanteo” por la ingente cantidad de pasos que hacen su estación de Penitencia en estas señeras calles, proscenio antaño de nobles y del pueblo menudo y hogaño de todas las sensibilidades y pareceres. No se pueden perder, casi en los albores de la noche, el Miércoles Santo, la salida en el convento de la Magdalena de El Señor de la Caída y su Madre María Santísima de Gracia y Esperanza, cofradía con la Medalla de Oro de la ciudad de Baeza. Talla quizás de José Risueño que impresiona por su anatomía, y nos mueve y conmueve hacia la Piedad. De “La Sangre de Cristo”, hermandad trinitaria por “los cuatro costados”, imagen barroca de beldad sin par, admiro esa serenidad que inspira y su salida el Jueves Santo de la parroquia de San Andrés, parroquia que esta agregada a la Basílica de San Juan de Letrán en Roma. Dirijo mi plegaria a este Señor en el que se me evaporizan por un momento las preocupaciones cotidianas. Tras él, le sigue “La Fervorosa”, imagen devotísima de Baeza, habría que hacer toda una apología, salpicada de piropos para al menos aproximarnos lo que siente el cofrade y el devoto en general. Es esta simbiosis de monumentos y fachadas engastadas en piedra dorada por la espiritualidad de los cirios en su punto de fuga del imponente trono de Nuestra Señora cuyos penitentes de riguroso negro y faja de esparto, toda una apoteosis que desemboca en verdadera poesía visual. El ritmo musical del varal sahumado con el esfuerzo de sus horquilleros y la simetría de sus candelabros, El sonido reverente del palio, el balanceo de las bambalinas, la corona, imprime majestad y anuncia un paso de misterio que imbrica sentimientos de vehemencia. La Madrugada del Viernes Santo se llama “Vera Cruz”. En sus estatutos se escuchan los ecos mudos de escuadras, priostes y fabricanos. Cofradía antiquísima, patinada y ennoblecida por los ciclos del tiempo, inserta en la “tiniebla baezana”, soplada con el céfiro que a veces cala en frío. De la románica Santa Cruz, iglesia del siglo XIII, tiene su bella salida a las 05.30 de la mañana. Franciscana “hasta la médula”, pierde su memoria de fundación en los ignotos tiempos del quinientos, allá en 1540, la más antigua de las cofradías de Pasión. Imagen del Señor de belleza inefable de Amadeo Ruiz Olmos que según se cuenta como anécdota, esta imagen pagó su asiento en el tren desde Córdoba. Vengan y conocerán lo que son “las espinaqueras”. Le sucede el Paso de María Santísma de la Aurora, obra del baezano Juan Antonio Sánchez, imagen que le añade belleza la claridad lunar. Ya en el Viernes Santo, el que esté deseoso de conocer la “Ceremonia de El Paso”, ha de venir por Baeza, más o menos a la hora nona, hora canónica que anuncia la inminencia de su Pasión. Verán una verdadera escenificación tamizada de barroquismo en el que se representa la segunda, cuarta y sexta estación del Vía Crucis, en el que Admirarán para mí: “al Señor de Baeza” que desfilará desplegando toda su Majestad. No les anticipo más, “pues ver sus cuatro pasos vale más que mil”. En este a veces mundo sombrío, es certera la afirmación que de “la oveja mansa vive el lobo”. Pues bien, vemos al Señor en el regazo de su Madre en la cofradía de “Las Angustias”. Trufado el Viernes Santo de estos pasos, no podemos obviar su salida de la Parroquia de San Pablo. Imagen que refleja el dolor de una Madre: modelo, lección de vida, abnegación y espíritu de sacrificio. Viernes Santo, ya es noche cerrada y abierta con flashes de fotógrafos y luces monumentales de la Plaza de Santa María, tras la salida del catedralicio templo del “El Santo Entierro”, procesión oficial, que casi cierra con paréntesis final nuestra Semana Mayor. Sonido de bombo que anuncia la brevedad de la vida. Incensarios fúnebres que anuncian la Muerte en la negrura de sus túnicas y en pos y a cierta distancia, se halla Nuestra Señora de los Dolores que acompaña a su hijo. ¿Cómo vencer a la muerte si no se es Dios? Extraordinaria proeza que ha dado en quebraderos de cabeza y noches insomnes al pensador y al que le ha merodeado de cerca. Tras aciagos y lúgubres días, el ciclo de nuevo se ha cumplido en un eterno retorno y devenir azaroso, que pensamos al escuchar de pronto y súbitamente el tañer de las campanas de la torre de los Aliatares tamizada en la lejanía.