Así ocurrió
Manuel Cano Marchal/Desde Jaén. Con motivo de unas vacaciones en Santa Susana, Barcelona, programadas por el Inserso, el día 9 de marzo de 2011, se organizó una excursión para visitar el sur de Francia y también la ciudad francesa de Colliure donde está enterrado el poeta Antonio Machado.
Ya en el autobús, camino de dicha ciudad, el guía nos habló de Machado y su obra, así como de diversas etapas de su vida, de las que yo no estaba de acuerdo y pensé que una única y excepcional ocasión para decir algo en homenaje a Antonio Machado, habida cuenta que soy andaluz de Jaén y que en el autobús viajaban personas de toda España. Acto seguido solicité permiso al guía para mi intervención, me fue concedida la venia y en un pequeño papel de una consumición tomé unas notas, mientras hacía memoria de sus versos, con la duda de si por la premura del tiempo —estábamos llegando al pueblo— alteraría alguna estrofa, pero no quería dejar pasar aquella oportunidad y que, admirador del poeta y de su obra, me sentía obligado, —también como andaluz—, diciendo lo siguiente ante su tumba: “En este lugar, donde descansa eternamente el gran poeta andaluz y español universal. Antonio Machado, en su memoria quiero recitar unos versos y recordar que fue profesor de Francés en el instituto de Enseñanza Media de Baeza y que dicen así: /Anoche cuando dormía,/ soñé ¡bendita ilusión!,/ que una fontana fluía,/ dentro de mi corazón./ ¡A su memoria, gracias! Colliure, 9 marzo 2011. Manuel Cano Marchal. Después de este sencillo homenaje al poeta rodeé la lápida donde están escritos unos de sus versos y que como una fatal premonición anunciaran el doloroso desenlace y odisea al dejar su España para siempre: “Y cuando llegue el día del último viaje / y esté al partir la nave / que nunca ha de tornar / me encontraréis a bordo, / ligero de equipaje, / casi desnudo, como los hijos de la mar”.