Así hablan los de Zaratustra
La empresa Godrej and BoyceManufacturing Co., con sede en Mumbai, India, ha anunciado el cierre definitivo de la última fábrica de máquinas de escribir que existía en el planeta. Esta compañía ha informado de que el éxito de las computadoras personales finalmente ha ganado la partida a este artilugio tan simbólico para la India.
En los años 50 del pasado siglo, cuando el panditNehru afirmó que este adminículo representaba un símbolo del progreso industrial para la independencia, esta compañía se embarcó en su fabricación masiva hasta inundar, hasta hoy, el último rincón del antiguo dominio del Raj británico, importando sólo 4 piezas de importación para una máquina que requería más de mil ochocientas. Su compromiso con la liberación nacional también se evidenció cuando en 1951 fabricó, en un tiempo record, 1,7 millones de urnas electorales para las primeras elecciones libres de su historia. Un invento que ha sobrevivido más de siglo y medio, pero cuya supervivencia dependía trágicamente de esta compañía, tras el abandono de firmas como Olivetti, Remington Rand, Olympia, Adler-Royal y Smith-Corona, y de un escuálido puñado de escritores inadaptados y algún que otro coleccionista. Hoy Godrej es un imperio empresarial muy diversificado, con más de 400 millones de clientes, que refleja una parte importante de la historia de la India y sugiere nuestra formidable ignorancia del papel que esta nación puede representar en nuestro futuro más cercano. Este gigante del que desconocemos casi todo y que ha conseguido sorprendernos con la noticia del final de esta antigualla, la fundó en 1897, un tal AdeshirGodrej, en un local de 20 metros cuadrados destinados a la fabricación de cerraduras, tras dos dolorosos fracasos profesionales. Su padre era un acomodado intermediario en negocios inmobiliarios de una familia parsi-zoroastriana, seguidora de esa religión de origen iraní basada en las enseñanzas del profeta Zaratustra. Una fe que practican unas pocas decenas de miles de personas en el mundo, pero fuertemente enraizada en poderosos grupos empresariales de la India. Es muy probable que en los viejos edificios de sus milenarias ciudades dejemos de ver a esos burócratas encorvados sobre sus gastadas herramientas de trabajo o a esas familias de clase media urbana que las guardan debajo de finas telas en un rincón de sus salones. Según Plinio el Viejo, sólo un hombre en el mundo, Zoroastro, había nacido con una sonrisa en los labios. Será por eso que en Europa, mientras nos apretamos los dientes por una crisis que nos supera, miramos, con ridícula indulgencia y falsa sabiduría, este rescoldo del esforzado pasado de una superpotencia que nos va a condicionar nuestro futuro.
Gonzalo Suárez es abogado