ASCENSIÓN DE DIOS BELMONTES. "Por fortuna, puedo presumir de una clientela fiel"

Ascensión de Dios nació en Jaén, en el seno de una familia trabajadora. Su padre, Blas, era herrero de profesión y su madre, Asunción, desempeñaba las labores de ama de casa. Es la tercera de cuatro hermanos. Tiene recuerdos maravillosos de su infancia por lo feliz que vivió junto a su familia, amigos y compañeros de clase del colegio San Vicente de Paul. Por circunstancias familiares, tuvo que dejar el colegio muy pronto para ayudar en casa. Juana Pastor

    29 may 2011 / 10:39 H.

    —¿No es así?
    —Efectivamente, desde muy joven tuve gran sentido de la responsabilidad. Colaboraba en las tareas de hogar, alternándolas con clases particulares que recibía de profesores, ya que mis padres no querían que olvidara la enseñanza recibida hasta entonces. A los catorce años, asistí a diversas academias en las que hice cursos, entre otros de taquigrafía, mecanografía y contabilidad. En una de estas academias, conocí al que unos años más tarde sería mi marido, Isidro Valdivia, me casé muy joven y en principio me dediqué a las tareas de casa y al cuidado de mis hijas.
    —¿Cuándo decide retomar los estudios?
    —Ya casada y con dos niñas, decidí cursar los estudios de BUP y COU. Unos años más tarde, tuve dos hijas más y, en ese periodo, fue cuando decidí estudiar para administradora de fincas. Me examiné en Granada y obtuve el título.
    —¿Cuándo comienzó su vida laboral?
    —Mi vida laboral comienza, precisamente, en el momento que obtengo el título para dedicarme a esta profesión. Mi marido y yo decidimos abrir un despacho, a pesar de las dificultades que entraña el inicio de cualquier actividad, pero nos fue bien.
    —¿En qué momento le surgen las primeras dificultades?
    —Cuando el despacho está en progresión, mi marido cayó enfermo y falleció. Yo continué al frente de la empresa y, por supuesto, al cargo de mis cuatro hijas. Las dos mayores ya cursaban estudios universitarios. Me siento orgullosa de ellas, pues acabaron sus años de Universidad. La mayor, Estela, es ginecóloga; Noelia, licenciada en Farmacia, y las dos menores, Ascensión y Carolina, licenciadas en Derecho. Actualmente, preparan oposiciones y aún están en casa.
    —¿Podemos hablar de una madre coraje?
    —Sola me hubiera sido imposible llevar todo esto a cabo. Pasados unos años desde la muerte de mi marido, contraje de nuevo matrimonio con un hombre excepcional, Manuel García, que contribuyó a que todo me resultara más fácil. Hoy formamos una gran familia.
    —¿Cuánto tiempo lleva en esta profesión?
    —Desde hace 27 años trabajo en la profesión de administradora de fincas de forma ininterrumpida. En todo este tiempo, ha habido más satisfacciones que problemas. No obstante, es una profesión que requiere o exige unos conocimientos bastante amplios, con un reciclaje continuo porque nuestro asesoramiento abarca tener mucho conocimiento en temas de construcción, nuevas tecnologías, leyes y vivienda. Por tanto, es necesario que constantemente estemos actualizados a través de la jurisprudencia y cualquier otra legislación que pudiera afectar al ámbito en el que trabajamos. Ni que decir tiene que soy una profesional a la que le gusta el trabajo que realiza.
    —¿En qué consiste su trabajo?
    —Administrador lo define la Real Academia Española de la Lengua como “la persona que administra bienes ajenos” y en eso fundamentalmente consiste nuestro trabajo. Si nos trasladamos al texto de la Ley de Propiedad Horizontal, en su artículo 20, de forma resumida determina que al administrador le corresponde velar por el buen régimen de la casa, sus instalaciones y servicios, preparar con la debida antelación a la junta el plan de gastos, atender la conservación y mantenimiento de la casa, ejecutar los acuerdos adoptados, efectuar los pagos, realizar cobros, llevar los libros de contabilidad, actuar como secretario de la junta y todas las demás atribuciones que le confiera la junta de vecinos.
    —¿Por qué administradora de fincas?
    —Cuando cursé los estudios de administrador de fincas, había pocos profesionales y el mercado potencial que existía en Jaén era importante. Por tanto, pensamos que eran los estudios ideales para personas adultas y que teníamos la oportunidad de abrir un despacho con posibilidades de éxito. Por otra parte, es una profesión que me gusta.
    —¿Trabaja en sociedad o es su empresa?
    —Soy trabajadora autónoma y dirijo mi propia empresa con tres trabajadores a mi cargo. José Luis, que se ocupa de la contabilidad, alternando con la atención al público. Lola, que desempeña la función de secretaria, así como atención al público, e Inés, que desempeña principalmente la función de la atención telefónica y mantiene los archivos en óptimas condiciones.
    —¿Hay mucha competencia?
    —Actualmente mucha, ya que, aparte de los profesionales titulados, que somos bastantes en la provincia de Jaén, existen también otros profesiones a los que debemos llamar intrusos que se dedican a esta actividad ante la falta de expectativas que les ofrece la sociedad.
    —¿Qué cualidad destacaría para ser una buena administradora de fincas?
    —Primero, trabajo y muchas dosis de constancia, perseverancia, honradez y mucha paciencia y, cómo no, contar con los equipos técnicos e informáticos necesarios que te permiten facilitar la información necesaria a las comunidades que se administran. Ofrecer disponibilidad total a todos nuestros clientes en todo lo que pueda resultarles de interés.
    —¿Presume de buenos clientes?
    —Sinceramente, sí, porque es una profesión en la que la fidelidad de la clientela no suele ser muy comprometida. Yo puedo presumir de una clientela fiel con algunas excepciones, que siempre las hay. En general, cuento con la absoluta confianza de mis representados.
    —¿Entraña mucha dificultad su día a día?
    —Más que dificultades en sí, exige mucho sacrificio, especialmente en el periodo de tiempo en el que se producen las juntas ordinarias y extraordinarias, por el horario un tanto intempestivo en el que se celebran, a partir de las ocho y media de la tarde, y con una duración media de tres horas, dependiendo siempre del orden del día.
    —¿Cuántas horas al día trabaja?
    —Ya se sabe que los trabajadores autónomos no tenemos horario y que, en esta profesión, hay que dedicar, como mínimo, diez horas diarias, ya que las reuniones se llevan mucho tiempo. Es cierto que en verano el trabajo se relaja un poco, pero hay que estar pendiente de cualquier problema que pueda surgir para solucionarlo. El despacho permanece abierto durante todo el año, ya que el periodo de vacaciones lo cogemos de forma alternativa.
    —¿Su principal satisfacción?
    —Profesionalmente, el trabajo bien hecho. Ello da lugar a que mis clientes me aprecien y confíen en mí. En mi vida privada, por encima de cualquier otra cosa, mi familia.