ASCENSIÓN CANO CASAS.- "El autismo no tiene cura, pero se pueden hacer mejoras"
Alba Villén Rueda
La sociedad tiene la idea generalizada de que el autista es aquel que quiere estar solo. Sin embargo, Ascensión Cano es el reflejo que demuestra que estos enfermos no pueden estar más acompañados. Desde que nacen hasta que son mayores, ellos siempre requerirán los cuidados de un bebé. Ascensión, una luchadora incansable, fundó —a raíz de tener un hijo autista— la Asociación de Autismo Arcángel, en la que lleva años y años combatiendo por la causa.

La sociedad tiene la idea generalizada de que el autista es aquel que quiere estar solo. Sin embargo, Ascensión Cano es el reflejo que demuestra que estos enfermos no pueden estar más acompañados. Desde que nacen hasta que son mayores, ellos siempre requerirán los cuidados de un bebé. Ascensión, una luchadora incansable, fundó —a raíz de tener un hijo autista— la Asociación de Autismo Arcángel, en la que lleva años y años combatiendo por la causa.
—¿Qué es el autismo?
—Es un trastorno del desarrollo que se manifiesta en los primeros años de vida y que se caracteriza por una alteración de las relaciones interpersonales y de la comunicación, tanto verbal como mímica y gestual. Es un déficit importante de imaginación y un campo muy limitado de intereses y actividades. Las personas autistas pueden presentar diversos síntomas secundarios, como la deficiencia mental, que afecta a entre un 70 y un 80% de la población autista. También se dan los cambios repentinos de humor, rabietas, hiperactividad —sobre todo en los primeros años— y autoagresividad y crisis epilépticas en la adolescencia. El autismo es relativamente infrecuente, pues se da en dos o tres personas de cada diez mil nacimientos. La enfermedad afecta mucho más al sexo masculino que al femenino. Son muchas las hipótesis que se barajan acerca de las causas a las que se debe. Todo apunta a un trastorno genético sin causa aparente durante los meses de gestación y otras posteriores al nacimiento y motivados por enfermedades infecciosas. El autismo no se puede curar, pero con tratamientos se puede conseguir mejoras. En la rehabilitación es donde las asociaciones juegan un papel importante con técnicas específicas para avanzar día a día.
—¿Cuál es su relación con el autismo?
—Yo soy madre de una persona con autismo. Mi hijo David, de 23 años, padece esta enfermedad y a raíz de cuando la detectamos, creamos la asociación. Los médicos nos comentaron que lo ideal sería trabajarlo, ya que no hay ninguna medicina que acabe con ella. Sin embargo, nos dijeron que los tratamientos podían ser efectivos y hacerle bien, por lo que empezamos a movernos, hasta que creamos la asociación y le dimos prioridad a trabajar con ellos, por lo que formamos a profesionales especializados. Llevamos ya dieciséis años trabajando, por lo que nos avala la experiencia. Las profesionales que tenemos son capaces de sacar resultados impresionantes, sobre todo en los menores, con quienes trabajan la estimulación precoz. Cuando los autistas son pequeños y hablan algo, es el mejor momento para trabajar en ellos el lenguaje. En el caso de mi hijo David, perdió el habla, pero hay otras formas de interactuar, por ejemplo, a través de pictogramas.
—¿Qué síntomas tiene la enfermedad?
—Lo más normal es que el Trastorno del Espectro Autista (TEA) se detecte desde bebé. Cada vez hay más conocimiento de cuándo un niño tiene que empezar a andar y demandar atención, por ejemplo, por lo que los padres se dan cuenta cada vez antes y mejor. Los síntomas en un bebé son: no demandar la atención del adulto, no señalar, no echar los brazos, ausencia total de llanto, o, por el contrario, llorar compulsivamente sin ningún problema aparente. Conforme el niño va creciendo, observamos que tiene un poco de retraso al andar y al balbucear. Uno de los problemas que más se da, y que los padres desconocen, reside en la audición del oído. Creen que están sordos, ya que los niños cierran el paso herméticamente a aquello que no les interesa. Hay profesionales que han llegado a ponerles un audífono. Sin embargo, las personas con autismo tienen hiperacusia, es decir, reciben los sonidos con una intensidad mayor a cualquier persona, por lo que los ruidos desagradables les irritan mucho. Lo más triste es que a los dieciocho meses las pocas adquisiciones que tenga el menor se empiezan a perder por un retroceso.
—¿Cómo es el día a día de un autista?
—A una persona autista hay que hacérselo todo. Hay que lavarlo, peinarlo, darle de comer, afeitarlo, etcétera. Además, ellos no asimilan los cambios. Para mí, David es mi bebé de 23 años. Hay que hacerle la comida triturada, porque no mastica. Si están malos hay que averiguar qué les pasa porque no lo expresan. Además, ellos memorizan todo, y cuando algo cambia, como no saben interpretar ni asimilar por qué, esto les produce una ansiedad impresionante que les lleva a alteraciones.
—¿Conocen los autistas a las personas que les rodea?
—Ellos saben quiénes son sus padres, pero son totalmente rígidos, no afloran sus sentimientos. No muestran efusividad en el cariño y tampoco les gusta que les agobien, pero sí que se dejan acariciar de vez en cuando y demandan la atención con algún movimiento o sonido.
—¿Cómo es la inserción de esta enfermedad en el mundo escolar y laboral?
—Respecto al empleo, se están llevando a cabo proyectos, pero es muy complejo porque el trabajo tiene que ser rutinario y se precisa de una persona de apoyo. En cuanto al colegio, los resultados no son buenos. El sistema sería costoso porque tienen que tener a un profesional a su lado y por el contrario, los profesores no están formados y muchas veces les hace más mal que bien.
—¿Cómo trabajan con los niños?
—Desde la asociación trabajamos todas las áreas. Una de las más importantes para ellos es a nivel físico, la motora huesa. Se trabajan piernas, brazos, etcétera, y hay que tener mucha paciencia porque son muy “torpes”. Lanzar una pelota a alguien y ser capaz de recogerla es algo que tardan años en aprender. Además, una vez que lo aprenden, hay que repetirlo porque se les olvida. Otro de los aspectos que trabajamos es la psicomotricidad fina. Se incide en que se vistan, sin embargo, las madres siempre acabamos vistiéndolos, porque ellos no saben qué está del lado y qué del revés, o distinguir si hace frío o calor. También trabajamos con ellos el aseo —lavarse los dientes y peinarse, por ejemplo—. En los que tienen más nivel, se trabaja la comunicación mediante frases y juegos de asociación.
—¿Existen autistas verbales y no verbales?
—Así es, los “mudos”, como se les llama a los no verbales, pudieron llegar a hablar algo de pequeños, pero, si no se les trata a tiempo, lo pierden. Los autistas verbales hablan, pero no son capaces de mantener una conversación. Ellos utilizan el lenguaje para demandar y se sirven de palabras sueltas —agua, televisión, dormir, por ejemplo—. Además, ellos son ecolálicos, es decir, que repiten lo que escuchan, y a su vez pueden ser inmediatas o en diferido — que se acuerdan de las frases horas más tarde—.
—¿Hay avances en el campo científico para tener progresos en la enfermedad?
—Se está estudiando, pero no hay grandes avances. El cerebro es el gran desconocido del hombre hoy en día. Los profesionales han averiguado causas —la mayoría genéticas—, pero también es cierto que se puede producir después del parto o por otros motivos desconocidos.