29 oct 2015 / 12:29 H.
Sigue en sus trece, a pesar de que haya perdido. No hay quien lo baje del burro. Continúa en la brecha como borrico dando vueltas en la noria. Se repite más que la morcilla, y el silencio a los chorizos del tres por ciento, unos artistas que se llenaron los bolsillos a costa de los de siempre: quienes pagamos los impuestos, aunque estos nos gusten menos que coger el sarampión o las viruelas, o beberse un jarrupazo de aceite de ricino. Si le miramos el careto a don Arturo, el de la mesa redonda de los disparates, se nota a la legua tres signos evidentes: la soberbia, la prepotencia y la cara más dura que el cemento. Quiere romper la unidad de España, pero eso no será posible, en tanto cerca del sesenta porciento de los catalanes y la totalidad del pueblo español, en los que están incluidos los de Girona, Lleida, Tarragona y Barcelona, presenten sus cartas boca arriba y les canten las cuarenta en copas o bastos a quien ha salido perdedor en las últimas elecciones. Tengo delante de mis ojos a la “Moreneta”, la Virgen de Montserrat adquirida en Lérida allá por los años cincuenta, y le pido, hincado de hinojos, que le de luz a este político que no ve más allá de sus narices.