Aquél anciano del parque

Voy a contar una historia. Es un  relato real que parece confundirse en la fantasía sacada de la imaginación de un niño. Conozco a un anciano de 79 años que cada día, ayudado de su bastón, camina hasta un parque al que aún le queda un banco destartalado, una sombra arbórea y una fuente que hace tiempo no da agua.

    14 jul 2014 / 22:00 H.

    Ese anciano vive con apenas 600 euros. Se siente culpable de tan mísera pensión pero, con lágrimas en los ojos, recuerda toda una vida dedicada al trabajo y su cobardía, necesidad obligaba, por no reivindicar sus derechos. Este hombre dio todo, durante décadas, con su esfuerzo para que este país avanzara, aunque quien le pagaba jornal, cuando lo había, se aprovechase. Es republicano de convicción, aunque supo adaptarse a vivir en silencio para que, tiempo ha, no le diesen los golpes y castigo que ello conllevaba; y también consiguió adaptarse a tiempos más cercanos donde un rey le seguía representando. Detesta la religión y sus representantes terrenales, aún así acudió a misas obligado por las circunstancias. De esas misas dependía tener el chusco del día. Este hombre creyó que sus hijos y nietos conseguirían un presente mucho mejor que el propio. Jamás imaginó que sus hijos le cobijasen no solo por humanidad sino como medio de unos ingresos extras, en su caso los únicos del hogar. Jacinto, así se llama, piensa con pena cómo él pudo sacar adelante a una familia, mal que bien, y lamenta ver que estos no podrán hacer lo mismo con sus nietos. Jamás tuvo enfermedad o achaque y, con las pequeñas averías de la edad, se abochorna cuando acude al médico porque es motivo de miradas acusadoras, como si los males de la sanidad fuesen cosa de los viejos. Jacinto tiene en su parque, su banco, su sombra, el amparo que esta sociedad tan moderna pero, a la vez tan cruenta, no es capaz de darle. Como bien dice él, el dinero sigue siendo ese dios por el cual los humanos se convierten en esclavos. Y lo que más indigna a este venerable anciano es que los que más abusan y esclavizan son los que más religiosos se dicen. ¿Su consuelo? Que acaba su viaje.