Aprender a reinventarse
Hace unos días intervino en un programa de radio un oyente, aparejador de profesión hasta hacía poco y ahora estibador por horas en un puerto del norte. Lo hacía para opinar en el debate que se estaba produciendo en torno a la conveniencia de que los parados se reinventen, dedicándose a nuevas actividades, casi siempre como empresarios autónomos.
Y lo hacía desde la atalaya de sus sesenta años. De hecho él ya se ha “reinventado” y ahora se dedica a descargar barcos por horas. Después de argumentar las dificultades obvias para ese proceso de reinvención que algunos tertulianos planteaban casi festivamente como única salida a la crisis —trabas financieras, encuentro del yacimiento de empleo apropiado, abordaje de una actividad empresarial después de décadas como asalariado, etcétera—, venía a concluir dos cosas: es improbable que en los próximos años se puedan crear seis millones de empresas, una por parado, y que la reinvención debe ser adaptación. Adaptación a una realidad nueva, llena de incertidumbres, de pérdidas en todos los parámetros de lo que consideramos calidad laboral y de vida, aunque no por ello se deba dejar de pelear. Me impresionó una sensación que dejaba traslucir, no explicitada, de una cierta irritación, molesto como si hubiese percibido que para algunos el hecho de estar en paro fuese una opción, y que el colectivo de parados fuera culpable por no saber reinventarse de alguna manera. Todo ello en una intervención impecable que mereció los elogios de la presentadora por haber puesto un punto de realidad en el debate. Que si no pedaleas te caes de la bicicleta es evidente. Pero cuando se va en coche hay que tener cuidado con el trato que se da al que pedalea cuesta arriba y con lastre. Observamos como Brasil se ha convertido en una llamarada. Con la cantidad de combustible en forma de indignación que hay por aquí, cuidado con los pirómanos.
Empresario Franciso Zamora