ANTONIA AGUAYO GARCÍA. "La costura cambió mi vida, fue mi mejor terapia"

ANA DOMÍNGUEZ MAESO
Antonia Aguayo García, Toñy para los amigos, tiene 52 años y nació en Jaén. Está casada con Nicolás, con el que tiene dos hijos, que son lo más importante de su vida y actualmente vive en el barrio de La Alcantarilla de la capital. Trabaja como auxiliar de Enfermería en el Complejo Hospitalario de Jaén.

    22 may 2011 / 08:50 H.

    —Toñy, trabaja como auxiliar de Enfermería, pero tiene otra gran pasión, ¿verdad?
    —Estoy muy contenta con el trabajo que desempeño actualmente. Me encanta, ya que, desde siempre, me ha gustado todo lo relacionado con la enfermería y no seguí estudiando porque siempre he sido “muy baga” para los estudios. Aunque ha habido otras cosas en la vida que me han gustado siempre, como todo lo referente a las manualidades, pero, principalmente, la costura. Mi afición empezó siendo muy pequeña. Entonces las modistas iban a coser a las casas y yo las veía en la mía haciendo ropa para mí o para mi madre. Entonces recogía todos los recortes y me ponía a su lado y hacía vestidos para mis muñecas. Tengo que decir que en mi casa nadie cose, por lo que mi empeño llamaba mucho la atención a mi familia. Yo no sé de dónde he sacado yo esta afición.
    —¿Cómo aprendió a coser?
    —Cuando estaba en el instituto haciendo Bachiller, una amiga mía “se fue a coser”. Como a mí me gustaba tanto, se me pusieron los dientes tan largos, que se lo comenté a mis padres. Me dijeron que no, que de ninguna manera podía dejar los estudios, pero, al final y después de mucho insistir, como ya eran vacaciones de verano, consintieron. Me fui con mi amiga al taller de Teresa López, una gran modista, que tenía su taller en Las Protegidas, donde yo me crié. Era una mujer ejemplar, con un corazón que no le cabía en el pecho. Hoy una de sus hijas es compañera de trabajo en el hospital y sigo teniendo gran cariño por toda su familia. Teresa me enseñó todo lo que sé de costura, desde echar una hebra, a coger una aguja. Recuerdo cómo la primera vez me pillé un dedo con la máquina, pues no sabía nada, pero siempre me decía que ponía mucho interés y que era muy “espabilá”. Tanto que ya no me soltó y hasta dejé los estudios para dedicarme a la costura, mi gran pasión. Hacía ropa para mí, para mi marido, para mi padre. Después tuve a mis hijos y empecé a prepararme para la profesión que desempeño en la actualidad. Ya no tenía tiempo para coser, solo la ropita de mis niños.
    —Toñy, ¿por qué dice que la costura cambió su vida?
    —Tuvo que ocurrir un hecho muy trágico en mi vida para que esta diera un giro radical. Entonces trabajaba como pinche en el hospital, mientras esperaba poder tener puntos para hacerlo como auxiliar de Enfermería. La desgracia de peder a mi hija me metió en mí, de tal forma, que entré en una tremenda depresión. Tuve tratamiento psicológico, pero siempre me recomendaban terapias, como que asistiese a clases de baile o risoterapia. Para mí era imposible ni siquiera pensar en reír. Me parecía incluso ilógico e inmoral, tal era mi estado de ánimo. Yo creo que desde “arriba” me ayudaron, pues entonces me llamaron para trabajar en el Centro de Diagnóstico, en la Consulta de Endocrinología, como auxiliar. Allí todos mis compañeros se volcaron en ayudarme. La verdad es que no tengo cómo agradecérselo. El psicólogo me recomendó que ocupase todas las horas del día haciendo algo que me gustase. La costura me salvó. Pero, claro, mis hijos ya estaban mayores y no querían que yo les hiciese la ropa, por lo que pensé ofrecerme en una tienda, para hacer arreglos, principalmente por entrar y salir y estar en contacto con personas que me distrajeran y poder así ocupar el tiempo, sobre todo en el invierno, que era, para mí, matarme el estar siempre encerrada. Por medio de un sobrina, me puse en contacto con la tienda donde ahora trabajo con los arreglos. Enseguida me cogieron y fue mi salvación. Eso de hablar con otras personas, entrar salir y, además, coser me dio la vida. Yo ahora veo a estas personas como parte de mi familia. La verdad es que monetariamente esto no me da más que para mis caprichos. Está claro que yo como de mi trabajo como auxiliar, pero me resulta muy gratificante y eso que en mi casa cuando se enteraron, sobre todo mi madre, se ponían las manos en la cabeza. Pero, al final, con ayuda de todo el mundo, eso sí, lo llevo todo por delante, mi trabajo, mi casa y mi costura. Esto es para mí la mejor terapia, ya que esto es algo mío y solo mío.
    —Toñy, si trabaja fuera y dentro de casa, ¿cuándo cose?
    —Pues me levanto a las 7 de la mañana y me voy a mi trabajo. Salgo a las tres y, después de comer, arreglo la casa, plancho, lavo y cocino. Después, me voy a mi tienda, recojo los arreglos, entrego los terminados y, después de cenar, a eso de las once, cuando ya todos los míos están acostados, es cuando coso. Mientras tanto, pongo la lavadora y, cuando tiendo la ropa, es cuando me acuesto. Suelo coser hasta las dos o las tres de la mañana, según los arreglos que tenga pendientes.
    —¿Cómo pasa su tiempo libre?
    —Tengo una pandilla de amigos, un grupo de matrimonios que llevamos unos veinte años conociéndonos, con los que salimos los viernes. Mi tiempo libre es el fin de semana: los viernes con los amigos, los sábados voy al mercado y a visitar a mi suegra y, el domingo, lo dedico a mis padres y ya, por la tarde, empieza la tarea de preparar ropas y comidas para el día siguiente.
    —Para terminar, ¿qué le gustaría hacer para completar su vida?
    —Cuando ya no tenga otra cosa que hacer, ya jubilada, me gustaría irme a… no sé como se llaman, esos centros que hay en los barrios para hacer bolillos. Eso le ha gustado hasta a mis hijas. Las dos, desde pequeñas, aprendieron de una vecina y la más chica, Rebeca, con seis años, le hizo un pañuelo de novia a su prima para el día de su boda. Mi sobrina hasta lloraba de emoción. Mi hija siempre me dice que teníamos que seguir con los bolillos. Otra cosa con la que disfruto mucho es paseando por la playa. Ahora que hemos podido, nos hemos comprado un apartamento en Roquetas de Mar (Almería) y estar allí me satisface muchísimo. Siempre que podemos nos escapamos y, cuando nos jubilemos, seguro que Nicolás y yo daremos grandes paseos. A mí la playa me encanta, hasta me llevo mi costura allí cuando me voy. También, entre paseo y paseo, tendremos que esperar a que nos visiten los nietos. ¡Ojalá!
    Como conclusión, Toñy asegura que el tiempo se saca de donde sea. Lo importante es realizarse como persona y cumplir tus propios deseos para poder hacer lo que realmente te guste, aunque, en su caso, tuvo que ser la pérdida de su hija la que le llevó a realizarlos.