Ante un nuevo curso
Próximamente, comienza un nuevo curso, acompañado de esta severa crisis que padecemos. Los niños van al colegio, los adolescentes al instituto o a la Universidad y los adultos retomamos nuestro trabajo y aquellas actividades que quedaron interrumpidas por el periodo estival y las vacaciones. Pero, ¿y aquellos que no tienen trabajo ni perspectivas de encontrarlo? ¿Aquellos para los que el día se convierte en una angustiosa jornada de espera?
Me pregunto a menudo cómo subsisten tantas familias, cuyos miembros están desempleados. Sin duda, Dios, que se ocupa de los lirios del campo y los pajarillos, les tenderá su mano misericordiosa, en forma de abuelos pensionistas, de Cáritas (primera línea de acción social ante la crisis), de personas y organizaciones solidarias, etcétera. Sin Sin duda, Él no las abandona. Pero no podemos olvidar que se vale de nosotros, los que podemos compartir, para ayudarles. Que nuestra colaboración, por pequeña que sea, es importante, y que Dios la espera de nosotros, como esperó aquellos escasos panes y peces para multiplicarlos, y saciar así el hambre de una gran multitud. Ireneo nos hace saber que: “Quien descuida al pobre y vive entre placeres mundanos, se olvida de Dios y de sus obras”, y que: “Donde hay un hombre, por humilde que sea, está la obra predilecta del Creador”. La solidaridad debe ser una permanente acción de amor, sobre todo entre nosotros, los cristianos, seguidores del Dios del amor y la misericordia infinitas. Recuerdo ahora una preciosa reflexión de Javier F. Chento: “No quiero mirar con los ojos del que sabe, del que tiene o del que puede. Quiero mirar con los ojos del que sirve, del que comparte y del que acoge”. En este nuevo curso, que ya comienza, sirvamos, compartamos y acojamos al necesitado, posibilitando una sociedad en la que prevalezcan la justicia, la generosidad, y la gratuidad.
Concepción Agustino Rueda desde Jaén.