10 mar 2014 / 12:59 H.
Desde Jaén. Ha comenzado el tiempo de Cuaresma, un tiempo de reflexión y de preparación a la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Opino que es tiempo de ahondar en el amor sin tiempos, sin espacio, sin límite de Jesús de Nazaret. Afirmaba Benedicto XVI: “Pido a cada uno, en primer lugar, que mire en el interior de su propio corazón: Que piense en todo el amor que su corazón es capaz de recibir, y en todo el amor que es capaz de ofrecer. Al fin y al cabo, hemos sido creados pera amar. Es lo que la Biblia quiere decir cuando afirma que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Hemos sido creados para conocer al Dios del amor.” La Madre Teresa de Calcuta nos aconseja: “No os canséis de buscar la causa de los grandes problemas de la humanidad. Contentaos con hacer lo que está en vuestra mano para resolverlos, portando vuestra ayuda a los que tienen necesidad de ella.” Considero que es éste un tiempo especial para reconocer a Jesús en el parado, el indigente, en el enfermo, el solitario, en el abandonado, en el olvidado, tan injustamente, por nuestra sociedad. Para reconocerlo en el hombre que lucha por la justicia, la dignidad, el respeto y la defensa de la vida humana. En el que trabaja por la paz. En el que ama, en definitiva. Las imágenes que contemplaremos durante la Semana Santa, trascienden lo meramente humano. La madera policromada nos muestra a un Dios roto de dolor, que ofrece su vida, voluntariamente, para nuestra salvación. Y este Dios, como sabemos, quiso identificarse con el hambriento, el sediento, el desnudo, el peregrino, el privado de libertad, y el enfermo, por tanto, no tiene ningún sentido, que vayamos tras su imagen, creada por el hombre, y olvidemos, no atendamos al cristo viviente, que tanto abunda en estos momentos de crisis severa, y que nos encontramos a cada paso. Despertemos en este tiempo, el alma samaritana que todos llevamos dentro, y “pasemos haciendo el bien”, como Jesús. Viviremos, de esta forma, la auténtica Semana Santa que Dios desea.