Anorexia, una enemiga en la sombra

“¿Se cura? De esto uno se recupera”. La anorexia nerviosa no es un juego, aunque la obsesión por la delgadez parezca un asunto de modelos y muñecas. Es un trastorno alimenticio sin invictos. Reconocerlo es el primer paso para superarlo, el segundo es pedir ayuda. “Adaner Jaén” tiende la mano a jiennenses afectadas.

    30 oct 2011 / 10:51 H.

    “Dije basta por mi familia porque veía que no estaban bien. Yo era consciente de lo que me pasaba, sabía que tenía un problema, pero la gente te ve más delgada y más guapa, incluso en la discoteca  ligas más. Por eso, mantienes la misma dinámica, hasta que llega un punto en el que no puedes más”. Marta es una chica de veintidós años que padece un trastorno alimenticio. Como su testimonio, existen muchos, demasiados. Sin embargo, este tipo de enfermedad permanece oculta bajo un cúmulo de sentimientos que “aplasta” la valentía para poder reconocerla. “Sabes que tienes un problema, que lo que te ocurre no es normal pero te engañas a ti misma y aun sabiéndolo, no quieres reconocerlo”, afirma Marta. Ella mejor que nadie sabe que la anorexia nerviosa no es un juego.
    “Adaner Jaén” es una asociación que presta ayuda a los pacientes y a los familiares de las personas con bulimia y anorexia nerviosa. A pesar de que su labor es fundamental para la investigación, prevención y divulgación de estos trastornos, luchan cada día  para seguir adelante, ya que cuentan con un ínfimo apoyo económico por parte de las instituciones públicas. Una situación que choca con el desembolso que se invierte en otro tipo de iniciativas, como por ejemplo los estudios realizados para clasificar la morfología de las mujeres con el fin de unificar tallas. La asociación denuncia que se le presta poca atención a este problema y que los medios de comunicación “remueven” el asunto desde un punto de vista sensacionalista. “Hay muchos más afectados de los que creemos, son enfermedades que se suelen ocultar”, afirman desde “Adaner”.
    Marta se atrevió a dar el primer paso. Asumió el trastorno y acudió a la asociación. Ahora recibe asistencia de un psicólogo y un nutricionista. Su historia es similar a la de muchas jóvenes de su edad. “Pasé por varias situaciones traumáticas y lo pagaba con la comida. Mi problema fue que me callaba, me sentía muy triste”, argumenta. No obstante, ella tuvo la fuerza y la valentía para reconocerlo. La mayoría de las jóvenes afectadas siguen inmersas en un círculo peligroso.  “Entras en una dinámica en la que sin darte cuenta no puedes salir. Una pescadilla que se muerde la cola. Piensas que lo puedes dejar en cualquier momento, crees que dominas la situación, pero no es así”, explica Marta. ¿Quién es el responsable? La culpa es de todos y de nadie. Inmersos en la sociedad del “qué dirán” y del culto al cuerpo, erradicar estos trastornos se convierte en la lucha de David contra Goliat.  “Desde que eres pequeña va afectando todo, los medios de comunicación, la crueldad en la escuela, nadie quiere sentirse como la niña gordita de la clase”, expresa. Para ganar al gigante, y como asegura Marta, “hay que decir: quiero curarme y salir adelante. No vale de nada reconocerlo ante los demás si por dentro no lo admites. Después, es fundamental acudir a la gente que te rodea porque ellos siempre van a estar ahí”. La perfección no existe en los maniquíes, pero ver la realidad con este prisma y difundir que lo bello “está en la calle” es un trabajo de todos.  María José Ortega / Jaén