ÁNGEL SIERRA TIRAO. "Que haya fuerza para trabajar es lo mejor que hay"

Olivia Aranda
Ángel Sierra nació en el año 1931 en Torredonjimeno. Pintor y escultor, cuenta con distinciones como la Medalla de Plata en el V Certamen Nacional de Pintura o el primer premio del Certamen Internacional Jacinto Higueras. Es un hombre que ha trabajado incansablemente para conseguir recuperarse y aprender todo de nuevo tras una grave enfermedad. Su madre fue una mujer caritativa y solidaria a la que recuerdan en Torredonjimeno y en Vic.

    29 ago 2010 / 09:53 H.

    —¿Dónde se formó artísticamente?
    —Estudié poco, yo pintaba desde que era pequeño, pero en los años 60 dije: “Yo tengo que aprender a pintar”, así que me fui a Madrid a la Academia Arcium, allí había una gente buenísima, y también estuve haciendo escultura con Juan Manuel Castrillón.
    —Pero en su vida hubo un hecho que marcó un antes y un después.
    —Cuando mi madre se murió, en el año 1996, tres meses antes de su fallecimiento yo caí enfermo, me quedé sin poder hablar y sin mover los brazos ni las piernas, me dio un derrame cerebral. Estuve 20 días en el hospital, me llevaron a mi casa y empecé la rehabilitación, entonces vino una logopeda, Ana María Tamayo, tardé en recuperarme pero hizo un trabajo muy bueno. Me fui a una clínica de Pamplona y se sorprendieron de cómo estaba a los seis meses. A los tres años, empecé a dibujar, le llevé un dibujo a la doctora de Pamplona y al año siguiente me fui a San Fermín solo. Tuve una recuperación que duró años y recuperé todo lo que sabía, eso fue una suerte. Llevo 14 años yendo a la clínica de Pamplona dos veces al año. De vez en cuando voy a los Sanfermines, estuve yendo 24 años seguidos hasta que mi madre se puso mala y dejé de ir.
    —¿Es como si hubiera vuelto a nacer?
    —Sí. Vinieron de la Cofradía de la Virgen de la Capilla a encargarme un cuadro para la procesión de la Virgen y yo les dije: “Pero si yo no sé pintar”, al final lo hice, pinté el retablo de San Ildefonso y añadí santos de mi pueblo como San Cosme y San Damián, Santa Juana y Santa María. Eso fue en 2006.
    —¿Cree que ha conseguido pintar igual que antes de sufrir el derrame?
    —Creo que sí, ahora estoy pintando un cuadro con figuras de ajedrez. La escultura también, aunque he hecho menos cosas.
    —¿Cuáles son sus influencias?
    —Ninguna, haces lo que aprendes y ya está. Eso tiene que salir de ti.
    —¿Para usted, el arte es una forma de expresión?
    —Yo creo que el arte es crear algo que tú piensas.
    —¿Qué temática se halla en sus obras?
    —Lo que piensas, yo pienso las cosas y las plasmo. Un hombre saliendo de la plaza de toros, un autorretrato, un encierro de Pamplona y sobre todo personas. Paisajes pocos, algunas veces, yo no pinto olivos.
    —¿Están a la venta sus obras?
    —Hasta ahora no he vendido ninguna. En una exposición que hice en Jaca estaban empeñados en comprarme algunas obras. Llegaron de Colombia, de parte de un embajador o algo así, y me dijeron que querían comprarme una escultura y les dije que no. ¿Qué pides por la escultura? Los cuadros tampoco los vendo, ¿cuánto pides por un cuadro? Es difícil. Nunca les he puesto precio.
    —Habrá regalado alguno.
    —Regalar, he regalado, aquí, en Torredonjimeno, a amigos íntimos, a Ana Mari Tamayo, por ejemplo.
    —Entonces, ¿cómo se ha ganado la vida?
    —Con lo que me dejó mi madre, tenemos una finca en Uribe y con eso tengo para vivir, nada más.
    —Ahora tiene usted una exposición en Oloron Sainte-Marie (Francia).
    —Sí, de pintura y escultura, en una iglesia antigua, ha quedado impresionante.  La misma exposición que hice en Jaca en 2008 la hemos llevado allí.
    —Veo que no piensa jubilarse.
    —Voy a seguir pintando. Hice el encargo de la Virgen de la Capilla y, desde entonces, no he hecho nada porque he estado pendiente de las exposiciones en Jaca, en Vic y en Francia. A ver si salen las cosas por lo menos como yo quiero que salgan, supongo que sí. Habrá que pintar algo. Que haya fuerza para trabajar es lo mejor que hay. Estar vivo es lo interesante. Me fui en el año 2007 a Pamplona y estando allí me tuvieron que llevar al hospital porque no tenía sangre, estuve 25 días ingresado, a punto de morirme. Estás allí pensando en otras cosas, pero cuando sales y sales bien, y dejas el hospital, eso es una alegría.
    —¿A qué artistas admira?
    —A Velázquez, Goya, Antonio López, Castrillón...
    —¿Qué fue antes, la pintura o la escultura?
    —La pintura. Yo me fui a Madrid en los años 60 y en 1969 me presentaron a un escultor que daba clases, Juan Manuel Castrillón, estuve dos o tres años trabajando con él. La pintura me salía desde pequeño. Por ejemplo, al terminar la mili hacía pinturas de Tetuán, hice la mili allí un año y pico.
    —¿Con qué se encuentra más cómodo, con la pintura o con la escultura?
    —Igual, las dos las veo difíciles, la escultura más.
    —Usted también ha restaurado obras de imaginería en Torredonjimeno, como la del Cristo de las Tres Caídas, ¿no?
    —Sí, pero han deshecho ese trabajo, lo han mandado a otro sitio y lo han estropeado. En su día lo restauramos, lo pusimos de rodillas y se quedó fenómeno. En la iglesia de Santa María, hicimos una restauración del retablo, se ha quedado igual que estaba, también restauré el sagrario.
    —En la Plaza de Santa María de Torredonjimeno hay una escultura suya que se titula “Emigrantes”, usted la donó al pueblo, ¿por qué?
    —En 2003 mi madre habría cumplido 100 años, yo hablé con el alcalde porque en la plaza de Santa María había una fuente rota y pensé en hacer una escultura como homenaje a mi madre por su centenario. La pagué yo.
    —Y en Vic (Barcelona) hay otra escultura igual.
    —Yo contacté con Fernando Mengíbar, que es tosiriano y vive en Vic, se fue del pueblo con 17 años. Él me sugirió hacer la escultura, el Ayuntamiento dijo que sí, pero tuve que poner yo todo el dinero, para la inauguración fueron de aquí dos autobuses y el acto estuvo fenomenal. Fue en 2009. Es una réplica, bueno, la de Torredonjimeno mide unos ocho centímetros más.
    —¿Qué quiso expresar con esa escultura?
    —Mi madre, por lo visto, a todo el que vino le ayudó para que emigrara. En el año 45 había hambre, la gente se moría por la calle. Aquí venían a pedir y se juntaban más de 100 personas todos los días. Mi madre les daba unos reales, les pagaba las medicinas, la ropa que necesitaban... Yo no sabía nada. Aquí no había trabajo y se iban a Vic, allí hay unos 300 tosirianos. Mi madre ayudó a mucha gente, aparte de que era muy simpática, era una mujer de una categoría total. Hice la escultura por ella. En Vic pusieron un texto en catalán y yo he hecho unas postales con el texto en castellano que dice: “Los emigrantes tosirianos no olvidan la bondad y la generosidad de la Señora Egisipa Tirao Gómez. Torredonjimeno, 1903-1996”.
    —Su madre fue una mujer muy querida en el pueblo, incluso una calle lleva su nombre.
    —Sí. Al final de su vida se recogieron 5.000 firmas para que le dieran a mi madre la Cruz de Oro de la Orden Civil de la Solidaridad Social. Vino la ministra de Asuntos Sociales a Jaén a darle la medalla.