ANA DOMÍNGUEZ MAESO. "Organizo mi tiempo diario a contrarreloj"

Laura Rodríguez
Ana tiene 56 años, terminó la carrera de Enfermería hace 36 y, a lo largo de todos ellos, nunca ha dejado el hábito de estudio. Se especializó en Nutrición y realizó másteres y cursos de experto en todas las facetas nutricionales. Hace tres años, se licenció en Antropología Social y Cultural, y este año ha terminado la homologación al Grado de Enfermería. Trabaja en el Centro Hospitalario de Jaén como supervisora de la Unidad de Gestión Clínica de Endocrinología y Nutrición y, fuera de su jornada laboral, durante la tarde, cuida a sus dos nietos de cinco y dos años. Pertenece a un club de lectura formado por enfermeros que trabajan en el hospital y se reúnen, una vez al mes, para comentar libros que previamente han leído.

    26 dic 2010 / 10:51 H.

    —¿Cómo es su día a día?
    —Organizo mi tiempo a contrarreloj. Me levanto a las seis y media, recojo un poquito la casa y me voy al hospital. Mi jornada es de ocho a tres. Cuando termino, recojo a mis nietos. El pequeñito de la guardería y la niña del colegio, de donde viene ya comida, con lo que, cuando llego a casa, vengo “con ellos incorporados”. Después de comer, y mientras recojo la cocina, suelen dormir un rato de siesta; luego, juego con los niños, meriendan y esperamos a que llegue mi hija. Los bañamos alrededor de las siete, les damos la cena y a las ocho y media, se van con el pijama puesto, ya que se duermen en el coche camino de su casa. Ellos viven en Jamilena.
    —A esas horas, imagino que ya se sentirá cansada, ¿no?
    —Un poquito, pero el día sigue y hay que aprovecharlo. Ahora empiezo la etapa de ama de casa; el día aún no es mío. Guiso para el día siguiente, organizo la casa y ceno con mi marido. Él se acuesta a las diez y a partir de ese momento, empieza el tiempo que me dedico a mí.
    —¿Pero no duerme?
    —Poco. Yo tengo dos horas de estudio todos los días y una horita de lectura relajante. Luego, me suelo conectar a internet a contestar todos los correos pendientes, del trabajo o mis amigas. De esta manera, saco cuatro horitas para mí. Suelo acostarme sobre las dos de la madrugada, por lo que duermo una media de cuatro o cinco horas.
    —Durmiendo tan pocas horas, ¿no se siente exhausta?
    —A veces un poquito, pero después de cenar doy una cabezadita de diez minutos y me espabilo enseguida para ponerme a estudiar y a leer un poquito antes de acostarme.
    —¿Nació en Jaén?
    —No, yo nací en Madrid. Mi padre se dedicaba a la enseñanza, era profesor de Formación Profesional y lo trasladaron a esta ciudad cuando se abrió en Jaén el centro de La Acelerada. Por aquella época, me quedé una temporadita en Madrid con mis abuelos hasta que terminé los estudios preuniversitarios. Al fallecer mi abuelo, nos trasladamos mi abuela y yo a Jaén y aquí estudié Enfermería, en la que fue la segunda promoción de la escuela de la Seguridad Social. Por otra parte, la docencia me gusta mucho. Actualmente, colaboro con la Universidad de Jaén como profesora asociada de Salud y me encargo de los alumnos de Enfermería, supervisando sus prácticas cuando se encuentran en el hospital.
    —Ya en Jaén, terminó sus estudios. ¿Qué pasó luego?
    —Me casé y tuve dos hijos. Ahora tengo también a mis dos nietos. Mis hermanos y sobrinos también están aquí. Mis padres murieron en Jaén y ahora me siento más andaluza que castellana.
    —¿Y los amigos?
    —Tengo muchísimos, pero mi vida social se limita a los fines de semana, o casi mejor dicho, a los sábados por la tarde, ya que por la mañana los aprovecho para la compra para toda la semana. El domingo me levanto un poquito más tarde y lo dedico a mí, a mi persona: mis baños, mis cremas, es decir, los arreglos de una mujer. Por la tarde, leo. Ese día no lo hago por la noche. Si hay fútbol, mi marido se va porque le gusta mucho y ese rato es para mí sola. Me encierro en una habitación y no oigo a nadie.
    —¿Cómo lleva su marido esta vida acelerada suya?
    —Tengo una buena concordancia con él, ya que es una persona que tampoco para, siempre tiene algo que hacer. Él es profesor, hace muchos cursos y suele descansar poco; vamos cada uno a nuestro ritmo, pero con una trayectoria muy parecida.
    —¿De dónde le viene esa gran afición que tiene a la lectura?
    —De mi padre. Era un gran lector y tenía infinidad de libros. Él me aficionó a la lectura. Suelo leer entre 5 y 6 libros al mes. Ahora estoy leyendo “La Caída de los Gigantes”, me queda poquito y pienso terminarlo en el tren camino de Madrid a una reunión de enfermeras. El próximo ya lo tengo preparado en mi mesita, “Nunca olvides que te quiero”. Nunca leo en la cama, me gusta leer en la butaca, pero bien sentada y con atril para apoyar el libro.
    —¿Qué le queda por hacer en la vida?
    —Necesitaría encontrar tiempo para disfrutar. Cuando me jubile, si estoy en condiciones, me gustaría relajarme, irme a vivir a una ciudad que tenga playa, no sola, porque soy muy familiar y me gusta llevarme a mis niños. Otra ilusión sería hacer paracaidismo.
    —¿Hay algo que no le dé tiempo a hacer por su ajetreada agenda?
    —Pintar es algo que me gusta mucho, pero no tengo tiempo para ello. Para lo que sí saco un poquito de tiempo es para la cocina. Me gusta mucho y, en concreto, se me da muy bien la repostería.
    —¿Le gusta viajar?
    —Mucho. En verano solemos aprovechar mi marido y yo unos días y nos vamos solos, pues con el ritmo que llevamos necesitamos tiempo para los dos. Solemos irnos al extranjero, ya casi conocemos toda Europa. El resto de las vacaciones las pasamos con mi hija y los nietos en la playa.
    —¿Y la familia?
    —Creo que es lo más importante que tiene una persona. Nunca deben olvidarse las raíces, es lo que da fuerza a la vida. Me gusta mucho reunirla y disfruto juntándonos en torno a una buena mesa. Con mis hermanos, cuando nos reunimos todos, somos solamente 15 personas contando a los niños, pero la familia de mi marido es muy grande, ya que ellos son nueve hermanos, así que a veces nos juntamos casi cincuenta personas y lo pasamos bastante bien. Sobre todo, porque, aunque la abuela ya no está con nosotros —era el alma de la reunión, la que unía a la familia— seguimos juntándonos en Nochebuena, ya que es un día especial para reunirse todos los hermanos con sus parejas e hijos.
    —Cuando sus niños eran pequeños, ¿tenía menos tiempo?
    —Claro que sí, pero me ayudaban mucho mi hermana y mi madre. Me gustaba mucho hacerles cositas de punto. Mi madre cosía muy bien, fue modista en Madrid y les hacíamos mucha ropa a los niños. Incluso, cuando mi hija era pequeña, le hicimos un traje de pastira, pues bailaba en la asociación “Lola Torres”. La verdad es que todo lo que sean manualidades me encanta.