AMPARO ARANDA RINCÓN: 'Vendía las hojas que separan al chóped como papel para escribir'

—¿A qué se dedicaba usted?
—Cuando era muy joven trabajaba como dependienta en una tienda de música que había en la calle Bernabé Soriano. Vendía de todo, aparatos y piezas de radio, instrumentos musicales, etcétera. Estuve allí unos siete años, durante toda la guerra. Luego, en el año 42, tuve que salirme de la tienda porque me casé. Desde entonces me dediqué plenamente a las labores de mi casa.

    20 sep 2009 / 11:18 H.

    —¿Qué recuerdo guarda de sus años de juventud?
    —Recuerdo, sobre todo, las necesidades que pasé. Fueron años muy malos, horribles, de mucha hambre. Los domingos, cuando se cerraba la tienda, íbamos al campo en busca de cardos para comer. Los cardos son plantas que pinchan muchísimo, pero no había otra cosa que echarse a la boca. Vivíamos atemorizados por la guerra. Una vez, las bombas cayeron al lado de mi tienda. Nos salvamos de milagro. Luego, mi padre era muy severo y no quería que saliera. La libertad de ahora no la había antes.
    —¿Alguna anécdota que contar?
    —Para ganar dinero para poder comer, lo que yo hacía era vender los papeles que separan al chóped. Por aquel entonces, se vendían como rosquillas. Lo compraban sobre todo los soldados para escribir cartas a sus familias.
    —Si pudiera cambiar algo de la vida actual, ¿qué sería?
    —No me gusta nada cómo va vestida alguna gente joven. Muchas veces me asomo por los cristales de la residencia y veo que las muchachas van casi en biquini. Yo eso no lo veo bien. Las cosas han cambiado muchísimo.
    —¿Qué es lo que más le gusta de Jaén?
    —De Jaén me gusta todo. Es la tierra en la que me crié. En el Sagrario me bauticé y después, en la iglesia de San Idelfonso, me casé. Le tengo mucho cariño.
    Por María José Ortega / Jaén