Amor y consuelo para subir a la cruz

Dos desfiles, de mañana y noche, pusieron el toque de pasión a un Jueves Santo tuccitano. El Cristo del Amor Coronado de Espinas y María Auxiliadora, primero, y el Cristo de la Fe y del Consuelo, el último, dieron testimonio de fe por dos barrios muy diferentes: el Nuevo Martos y el casco histórico.

17 abr 2014 / 22:00 H.


El sol radiaba sobre la Peña. El termómetro marcaba, pasadas las diez de la mañana, veinticuatro grados y una multitud de vecinos aguardaba en el Nuevo Martos. La Hermandad del Cristo del Amor y María Auxiliadora “inauguró” el Jueves Santo con un desfile asombroso. Primero salió triunfal, de la parroquia de San Juan de Dios, el Señor, portado por cuarenta y seis costaleros, al mando del capataz Francisco Javier Murciano, y arropado por una gran cantidad de nazarenos, al ritmo del himno de Andalucía.
Lo acompañó la Agrupación Musical Arroquia Martínez de Jódar que, como novedad, estrenó una marcha para el Señor, “Por amor condenado”, obra del compositor Manuel Jesús Guerrero, director musical de la Banda de Cornetas y Tambores de la Presentación al Pueblo de Dos Hermanas (Sevilla). El paso de Jesús, con adornos florales rojos y morados, desfiló por las calles con el estilo “de la redención”, mientras la banda interpretaba otros temas, como “Al compás de la laguna”. Luego salió María, arropada por más de sesenta mujeres y niñas vestidas de mantilla, seguida de cerca por representantes municipales y de la Guardia Civil, bella, con flores rosas y blancas. Dejó la iglesia al son del Himno de España, interpretado por la Banda Municipal de Escañuela, que tocó otras marchas como “Palio blanco” o “Y en Triana, la O”. Resultó admirable el caminar del paso de palio, llevado por treinta y un costaleros, con el mando de Francisco Miranda, que tocó el nuevo llamador para pedir a sus jóvenes portadores que llevaran al Cielo a la Reina. El desfile transcurrió entre multitud de aplausos y destacó la llegada a la casa de la familia Jiménez Galán y la ofrenda a la Virgen del Pilar, en el Cuartel de la Guardia Civil.
Ya por la noche llegó el momento de la oscuridad en el casco antiguo. La Cofradía del Santísimo Cristo de la Fe y del Consuelo partió de la iglesia de Santa Marta, las luces apagadas por las calles hicieron que el ambiente de la noche del Jueves Santo fuera único. Destacó la inmensa cantidad de nazarenos, con túnica negra, cinturón de esparto y cadenas atadas a los tobillos, lo que hizo que más de uno se estremeciera. Su banda de cornetas y tambores, la de Fe y Consuelo, le acompañó en su caminar y el Crucificado recibió el calor de cientos y cientos de devotos. Al cierre de esta edición, seguía su recorrido por las calles marteñas, y solo se le veía a Él, iluminado por las velas y por los flashes de cámaras y móviles que, de vez en cuando, disparaban a la imagen.