Amor compartido
Se hace cada vez más patente el desamparo que padecen muchas familias que subsisten bajo el umbral de la pobreza.
Pensemos que poner nuestras cualidades, capacidades y facultades (concedidas por Dios para el bien común), oportunidades y bienes, al servicio de lo más necesitados, sin esperar nada a cambio, supone realizar un acto de justicia. Son muchas las personas dedicadas a atender a los más desfavorecidos de nuestra sociedad, en un compromiso serio y responsable. Cáritas sale al paso de los que poco o nada tienen. Se esfuerza en asistir a los empobrecidos, cada día, y las personas que la componen, dan lo mejor de sí mismas en medio de esta crisis severa, pero sin nuestra ayuda no pueden hacer frente a la demanda continua de alimentos, ropa y calzado. Sabemos que nuestra generosidad y solidaridad son fundamentales. Implicarnos en la causa de los más necesitados supone el ser justos, equitativos. Así, pues, acojamos al indigente, ofrezcamos nuestra comida al hambriento, cubramos con nuestro vestido al desnudo. Considero que sólo el amor compartido es la fuerza que puede cambiar nuestro mundo. No podemos acabar con el hambre ni la pobreza en el planeta, pero sí podemos paliarlas en nuestro ámbito más cercano, al margen de la responsabilidad de los gobiernos, ante los que sólo cabe la repulsa y la denuncia social. Démonos a los demás. Siempre es tiempo de amor y de esperanza.