Amnesia jiennense
Los ilustrados defendían la igualdad hasta que esta idea dio al traste cuando el positivismo se impuso y la ciencia se basó en las apariencias físicas. Se fundó un sistema racional que legitimó la discriminación. Surge el racismo y su discurso que ocultará el carácter ideológico de la desigualdad. Los primeros que se apropian de estas ideas son las clases privilegiadas para justificar la explotación.
Hoy día la ciencia ha demostrado claramente la inconsistencia de los argumentos racistas. La esclavitud, el colonialismo o el nazismo recogieron las ideas del discurso racista. Es triste, pero el racismo sigue presente en el común de las gentes. Sobre todo en este Occidente privilegiado que siente la necesidad de conservar ese estatus de privilegio que pone de manifiesto ese sentimiento interior e inconfesado de inseguridad de los que así sienten. El racismo y la xenofobia son un simple mecanismo contra ese miedo y esa inseguridad. Jaén se parece a otros puntos de España o Europa: tenemos una capacidad sorprendente para la amnesia. Cuando algo es despreciable o implica reconocer nuestra dimensión racista, tan pronto pasa el conflicto o la noticia lo olvidamos. El racismo pasa a ser cosa de otros. No olvidemos los conflictos interétnicos de Beas de Segura, Martos o Mancha Real, que tuvieron gran trascendencia informativa por entonces. No olvidemos a los inmigrantes que realizan los trabajos más peligrosos o peor remunerados. Los inmigrantes que durante las campañas de aceituna malviven en condiciones infrahumanas o caen en manos de empresarios sin escrúpulos. No olvidemos que siempre en épocas de crisis se busca un chivo expiatorio —los más débiles— donde focalizar y descargar la frustración colectiva. El inmigrante sólo aspira a comer, a compartir un espacio de dignidad, en convivencia intercultural, porque su territorio no se lo permite —de eso sabemos mucho los españoles—. Los inmigrantes han contribuido al crecimiento económico y productivo. No se puede proyectar sobre ellos los males que deben ser atribuidos al sistema. Critiquemos al sistema y no a sus víctimas. Miedo me dan algunos partidos políticos que están haciendo concesiones a rancias ideas y añejos rituales que recuerdan pesadillas de viejos tiempos en los que la intolerancia estuvo institucionalizada. En el fondo soy optimista porque veo en nuestra sociedad voces y actitudes a favor de la tolerancia, de la democracia y sus valores, la igualdad, la solidaridad con los grupos étnicos, el respeto al derecho a la diferencia y la apuesta valiente, sin miedos, por una sociedad mestiza, pluriétnica y pluricultural, de convivencia solidaria y con diversidad cultural. Ese será el futuro, estoy seguro.
Miguel Ángel Olivares es escritor