Amigos del silencio

En este tiempo, en el que a muchas asociaciones llamamos “Amigos de...”, por citar algunas: “Amigos de lo nuestro”, “Amigos de la Catedral”, “Amigos del Festival de Otoño”, etcétera, he pensado que podríamos crear una nueva y peculiar asociación, no física, en que sus socios, en el transcurso de su vida, fueran miembros activos de la misma, aunque sin reuniones ni normas previas, su denominación: “Amigos del silencio”.

    25 nov 2014 / 09:22 H.

    De ese silencio que es sinónimo, tantas veces, de calma, de sosiego, de elemento reconfortante; de hilo conductor de recuerdos del pasado, envueltos en papel de seda, y que nos hacen sonreír dulcemente; de cuna, que mece nuestros sueños más queridos; de abstracción, ante la fascinante naturaleza, creación de un Dios amante del silencio; de admiración, ante una bella obra de arte. Del mutismo que nos sumerge en la meditación, en la reflexión serena, en la oración, etcétera. El silencio que anonada, que acepta, y que exige, así mismo, nuestra palabra, nuestro compromiso, para intentar mejorar este mundo nuestro. Muchas veces, rasga nuestro silencio, el sufrimiento de tantas personas que nos rodean: Del enfermo, del parado, del indigente, del indefenso, de los sin voz; de todo aquel que pide justicia, amor, que pide fraternidad. Son los lamentos, que acompañan al silencio del hombre sensible al dolor ajeno. Del hombre que escucha y siente a Dios, su Padre, que se manifiesta en el silencio, en la humildad y el recogimiento del espíritu. Animo a todos a formar parte de esta Asociación invisible, pero tremendamente real, y a aspirar a que el silencio, como un anillo sin medida, abrace el universo. Termino con esta cita de la Madre Teresa de Calcuta: “El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz”.