11 mar 2014 / 16:32 H.
Desde Jaén. El día 11 de marzo de 2014 se cumple cien años del nacimiento en Madrid (España) de Álvaro del Portillo y Diez de Sollano. Desde muy joven, cuando aún era estudiante universitario, vivió la solidaridad y atención con los más desfavorecidos y enfermos, esta labor la continuaría a lo largo de su vida, especialmente en países del tercer mundo, contándose por cientos las labores emprendidas en los campos de la juventud, salud, educación y promoción social. Álvaro del Portillo, fue ordenado sacerdote en Madrid, en el año 1944, por el obispo Leopoldo Eijo y Garay, que había sido Canónigo Magistral de la Catedral de Jaén, en 1904. Se cuenta que el obispo antes de la ordenación le preguntó: –“Álvaro, ¿te das cuenta de que vas a perder personalidad? Ahora eres un ingeniero prestigioso, y después vas a ser un cura más. Y quedó conmovido ante la respuesta que oyó: -Señor obispo, la personalidad hace muchos años que se la he regalado a Jesucristo”. San Josemaría repetía frecuentemente que Álvaro del Portillo era la persona que con más fidelidad y generosidad se había entregado al Señor y le había ayudado a sacar adelante la Obra que Dios le pedía. Y es que, como decía Benedicto XVI “la fidelidad a lo largo del tiempo es el nombre del amor”. Fue elegido unánimemente y en primera votación para suceder a San Josemaría al frente del Opus Dei. Sacerdote ejemplar, sirvió a la Iglesia en todo momento. Recibió la ordenación episcopal en 1991 de manos de Juan Pablo II. Álvaro del Portillo, destacó por su amor a la verdad, la lealtad hacia el Fundador del Opus Dei, el valor y la fortaleza ante las adversidades, la serenidad y la paz interior, la prudencia, la capacidad de perdonar. Prácticamente recorrió toda España, se cuentan por miles las personas que lo han conocido en reuniones y tertulias, por eso era frecuente que estas personas se sintieran impulsadas a mejorar su vida, a luchar más, porque les transmitía paz y aliento. Juan Pablo II al conocer el fallecimiento de don Álvaro recordaba “con agradecimiento al Señor la vida llena de celo sacerdotal y episcopal del difunto, el ejemplo de fortaleza y de confianza en la Providencia divina que ha ofrecido constantemente, así como su fidelidad a la Sede de Pedro y su generoso servicio eclesial como íntimo colaborador y benemérito sucesor de Josemaría Escrivá”. En vida gozaba de fama de santidad. Por eso cuando falleció, más de 200 Cardenales u obispos comunicaron el deseo de que se abriera la Causa de Canonización. Se cuentan por miles los relatos que informan de gracias atribuidas a su intercesión (desde pequeñas vicisitudes de la vida cotidiana, hasta curaciones extraordinarias, pasando por una vasta gama de gracias espirituales: conversiones, vocaciones a la vida religiosa, familias que vuelven a unirse, abandono del uso de las drogas, etcétera) de personas procedentes de más de sesenta países. El decreto con el que la Iglesia reconoce sus virtudes afirma que la característica que más destaca en él fue una “fidelidad indiscutible, sobre todo, a Dios en el cumplimiento pronto y generoso de su voluntad; fidelidad a la Iglesia y al Papa; fidelidad al sacerdocio; fidelidad a la vocación cristiana en cada momento y en cada circunstancia de la vida”. Y concluye que la vida de don Álvaro es “ejemplo de caridad y de fidelidad para todos los cristianos”. Después del milagro aprobado por el Papa Francisco, la Santa Sede ha establecido que Monseñor Álvaro del Portillo sea beatificado en Madrid, su ciudad natal, el sábado 27 de septiembre de 2014.