Alcaudete. Ofrendas de amor a la Virgen

Ana María Bermúdez/Alcaudete
Las carrozas de los jóvenes, que como cada año ponen todo su esmero e interés en adornar las carretas con las mejores galas, llegaron al santuario para ofrecerse a la patrona, la Santísima Virgen de la Fuensanta, alcaldesa perpetua en cuyo honor se celebran las fiestas de la ciudad.

    15 ago 2011 / 10:38 H.

    Los alcaudetenses se volvieron a volcar en los actos más importantes de unas fiestas que comenzaron a principios de agosto con la solemnidad propia del día grande de la patrona. En la jornada festiva, que hoy ha visto amanecer con la tradicional Misa del Alba, acontece la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María y el besamanto de acción de gracias. El campanario de la ermita, único templo de la provincia jiennense y uno de los pocos de España que cuenta con una docena de bronces, repicó a las siete y media de la mañana, aunque ya había fieles alcaudetenses a la espera desde la cinco de la mañana.
    Veinticinco carrozas volvieron a pasear anoche por los caminos antiguos, como ya se hiciese en los años sesenta. Salieron de la ciudad medieval, cruzaron el Arco de la Villa y atravesaron las principales calles en dirección hacia la ermita.
    Una vez llegado el desfile al templo, cientos de jóvenes realizaron su ofrenda floral, con la particularidad de que este año, además, se entregaron lotes de productos no perecederos para ser enviados posteriormente a las hermanas mercedarias.
    Las “carriolas” engalanadas participaron en el concurso convocado por la Cofradía de la Santísima Virgen de la Fuensanta, que repartió diversos premios entre las mejores adornadas.
    “Los jóvenes ofrecen el fruto de su trabajo en la elaboración de sus carrozas y su muestra de amor en unas ofrendas hacia la Virgen, donde le recitan, le cantan y vitorean en un signo de inconmensurable devoción, fruto de una tradición arraigada”, manifiesta el vicepresidente de la hermandad de la patrona, Edmundo de Torres.
    La fiesta continuó durante to-da la madrugada en una multitudinaria velada que se prolongó hasta las siete y media de la mañana, cuando las voces de las campanas pusieron fin a la larga noche de la arraigada tradición.