Si yo fuera alcaldesa estaría todo el día en la calle, en el cuerpo a cuerpo, que es donde se palpan los problemas reales de las personas reales. Y ahí da igual el color político, la gente quiere cercanía y que le solucionen sus preocupaciones más cotidianas. De hecho, en los pueblos yo diría que no hay derechas ni izquierdas, las ideologías son para municipios de más de 20.000 habitantes, por lo menos.
Para ejemplo, he ahí la teoría de
Beatriz Montoro de la Poza, que vive de okupa en el cuartel abandonado de la Guardia Civil de Coto Ríos y, cosa curiosa, será la portavoz del PP de Santiago-Pontones. Ella lo tiene clarísimo: “Los señoritos que tienen una política de derecha son los socialistas”. ¿Paradoja? Lo dice en un municipio en el que el PSOE tiene la mayoría absoluta y su partido solo un concejal. Prueba de que las ideologías de partido, a menudo, se disipan en función inversa a la población del municipio en el que se gobierna. Se da la circunstancia de que ciertos candidatos han dejado de lado en sus campañas municipales a pesos pesados de la política provincial o nacional de su propio partido, a propósito. Y les ha salido bien la jugada.
El secreto está en hacer la vida fácil a los vecinos. Y para lograrlo, poco importa si el candidato es más de
Susana Díaz que de
Moreno Bonilla, no nos rasguemos las vestiduras, siempre y cuando sea un buen alcalde. O alcaldesa.
Alcaldesas al poder
En cifras redondas son un 20% las mujeres con mando en plaza en sus pueblos y ciudades. Dieciocho de noventa y siete, las mismas que en la legislatura que acaba de terminar, aunque no las mismas caras.
En cifras redondas son un 20% las mujeres con mando en plaza en sus pueblos y ciudades. Dieciocho de noventa y siete, las mismas que en la legislatura que acaba de terminar, aunque no las mismas caras.
02 jun 2015 / 17:55 H.
Pero hay alcaldesas y alcaldesas, porque no es lo mismo mandar en un lugar de quinientos habitantes donde te asaltan los vecinos con sus cuitas hasta los sábados de cañas en el bar de la esquina, que mandar en una ciudad que ni siquiera pisas porque te llevan en coche oficial. Y como denominador común hay que tener un punto de heroína, de quijote en femenino, para hacer política con la que está cayendo.