Al cielo también se va en autobús

Las personas creen que al cielo se llega en cohete, en avión o en helicóptero. Sin embargo, José Castillo Castillo ha demostrado que también se puede viajar en autobús. A sus 97 años, fue despedido por sus mecánicos, conductores y amigos al lado de lo que siempre amó: autocares arrancados listos para llevar a los jiennenses de un lado al otro de la ciudad, hombres con monos que muestran las huellas de reparar los motores y un surtidor de gasóleo que “alimenta” los automóviles que esperan con deseo, cada día, miles de jiennenses en decenas de paradas.

03 feb 2015 / 10:35 H.

Poco antes del mediodía, el cortejo funerario llegó a las cocheras de Autobuses Castillo, en la Carretera de Madrid. Pasó por una de las puertas y dio la vuelta a todas las instalaciones. Sus trabajadores cuentan que era el recorrido que tantas mañanas había hecho a lo largo de décadas. Llegó hasta el final de las cocheras y salió por la otra calle hasta detenerse justo delante del surtidor, justo al lado de la oficina en la que tantas cuentas hizo para que su empresa creciera y empleara a decenas de familias de Jaén. Allí, el coche fúnebre abrió la puerta y sus allegados sacaron el féretro.
Hubo un pequeño responso, que se tornó en muy emotivo por el escenario. Luego, el alcalde de Jaén, José Enrique Fernández de Moya, que acudió al margen de la agenda municipal —fue por deseo e invitación de los familiares— pronunció unas palabras. Destacó su trayectoria, su afán emprendedor y su pasión por hacer empresa y fundar un negocio que es referente del transporte de viajeros. La familia sacó una bandera de Jaén y le pidió al alcalde que la colocara encima del féretro. Fue el epílogo de un acto muy emotivo que acabó con una gran ovación de sus allegados, amigos, conductores y mecánicos.
José Castillo Castillo falleció ayer en Jaén. Era un hombre incansable y con una enorme vitalidad, que lució hasta los 97 años. No obstante, una caída —el pasado 22 de enero— le hizo pasar por el quirófano y, a partir de ahí, su estado de salud empeoró y, al final, conllevó este fatal desenlace.
Nació en Castillo de Locubín. Allí sus vecinos siempre lo consideraron una referencia de éxito empresarial. Su primer negocio fue una línea entre Alcalá la Real y los municipios granadinos de Tocón y Montefrío. Sin embargo, el 3 de julio de 1961, dio un paso hacia adelante para convertirse en un emprendedor de éxito y, a la par, con un compromiso con la ciudadanía de la capital. Ese día, el Ayuntamiento de Jaén le adjudicó el servicio de autobuses urbanos.
En un primer momento, solo contaba con dos líneas. Las dos salían desde el centro, pero una llevaba a miles de personas hasta el barrio de Peñamefécit, mientras que la otra circulaba hasta La Victoria. Costaban 1,2 y 1,1 pesetas. Cuando comenzó, las cocheras estaban en el barrio de Peñamefécit. El local no era muy grande, aunque tampoco existían muchos vehículos. No obstante, José Castillo mantuvo su apuesta por la ciudad y, poco a poco, creció su negocio en autobuses. De hecho, su empresa aumentaba a la par que la capital jiennense, ya que los nuevos barrios necesitaban de su apuesta inversora para mantener el servicio urbano de transporte para la ciudadanía.
En 1988, la empresa se transformó en Sociedad de Herederos de José Castillo. Su hijo, José Castillo Contreras, siempre estuvo al lado de su padre y supo pasar a la primera línea de la dirección para tomar el relevo. Sin embargo, José Castillo Castillo, pese a que llevaba años jubilado, nunca dejó de acudir a las cocheras. Sus trabajadores aseguran que lo hacía al amanecer, ya que sentía la empresa muy dentro. Ayer, después de la misa córpore insepulto que se realizó en la capilla del Tanatorio Ciudad de Jaén, la comitiva fúnebre paró, por última vez, en las cocheras. Allí había mecánicos, muchos trabajadores y familiares. No obstante, gran parte de su legado no estaba allí. Los autocares, por los que tanto peleó, seguían circulando por la ciudad para llevar a cientos de jiennenses de un lado a otro. Sin duda, así es como él siempre lo deseó.
El cortejo fúnebre luego partió hacia el Cementerio de San Fernando, donde fue inhumado. Y José Castillo Castillo demostró que también se puede llegar al cielo en un autobús. Los autocares son su legado que, cada día, agarran con fuerza miles de jiennenses que transitan por la capital.