´¿Quién mató a la estrella de la radio?

El genio musical de la estrella del pop languidecía moribundo desde hacía años mientras el cuerpo de Michael Joseph Jackson penaba como uno de esos muertos vivientes de su genial “Thriller”. Con su inesperada muerte, el músico entra a formar parte de ese selecto grupo de juguetes rotos que están en el imaginario de todo el mundo. Rutilantes estrellas, revolucionarias en sus propuestas, que alcanzan la cima y el reconocimiento mundial para precipitarse con ahínco en sus particulares infiernos. Los de él eran conocidos, una infancia perdida por una carrera fulgurante como estrella de los Jacksons Five que hicieron de él un errante Peter Pan sin Campanilla que le asesorara.

El genio musical de la estrella del pop languidecía moribundo desde hacía años mientras el cuerpo de Michael Joseph Jackson penaba como uno de esos muertos vivientes de su genial “Thriller”. Con su inesperada muerte, el músico entra a formar parte de ese selecto grupo de juguetes rotos que están en el imaginario de todo el mundo. Rutilantes estrellas, revolucionarias en sus propuestas, que alcanzan la cima y el reconocimiento mundial para precipitarse con ahínco en sus particulares infiernos. Los de él eran conocidos, una infancia perdida por una carrera fulgurante como estrella de los Jacksons Five que hicieron de él un errante Peter Pan sin Campanilla que le asesorara.
Aquel niño talentoso, con el mágico sello Motown, era un preciado bocado para una industria por la que él sacrificó gustoso todas sus vidas. Quiso clonar el éxito planetario de su “Thriller”, el disco más vendido de la historia, o del también respetado “Bad”, pero cuando su inmenso talento daba muestras de agotamiento la maquinaria de la fama no dejó de ofrecer titulares y rocambolescas historias prefabricadas para mantener la atención sobre el mito.
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Sus excentricidades engulleron al artista y desdibujaron para los no iniciados una carrera artística que expiraba y que tenía en la gira que comenzaba en julio una última oportunidad para reencontrarse con el creador que hipnotizó a millones de personas. No me considero devoto de su pop alquimista y el personaje no me incitó a ver más allá de su parafernalia, pero haciendo recuento hay más canciones suyas en mi banda sonora de las que creía. En días de comparaciones, absurdas por otro lado, y, aunque no sea mitómano, digamos que puestos a tener una experiencia de cuarto milenio en una gasolinera prefiero encontrarme a Elvis Presley cantando “Suspicious Mind”.
Uno que tiene la tez pajiza por naturaleza, como si hubiera opositado a notario desde preescolar, no hubiera tenido problema con su melanina, pero a Jackson le atormentó su negrura. Confiemos en que el niño grande y atribulado encuentre ahora algo del calor que buscó en vida. (De la edición en papel. 28/06/09)
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El títular de la entrada lo tomo prestado de la canción Killed the Radio Star del grupo británico The Buggles