Ahora tocaba dar trigo
Rajoy en su laberinto. El presidente del Gobierno no presenta los Presupuestos Generales del Estado porque la Unión Europea no anuncia sus perspectivas de crecimiento para España. Y la UE no puede predecir nuestro crecimiento porque los Presupuestos Generales no se han presentado, en el resto de Europa se han dado cuenta de que las elecciones en Andalucía asoman la patita por debajo de la puerta y no les parece ni serio, ni sensato, ni razonable –palabras todas ellas tan queridas de don Mariano- que se antepongan tan descaradamente los intereses del partido del Gobierno sobre los de España.
Qué curioso. Al presidente le preocupó mucho la imagen que trasladaban de nuestro país los medios de comunicación internacionales dando cuenta de las cargas policiales contra estudiantes en Valencia. El asunto de los presupuestos está laminando la credibilidad del Gobierno a pasos agigantados ante nuestros socios comunitarios, y el recurso de culpar a Zapatero ya no sirve. Rajoy, en su laberinto, no parece preocupado. El déficit ha crecido más de dos puntos por encima de las previsiones del anterior Gobierno. La culpa, según nos dicen, es de los ayuntamientos y las comunidades autónomas. Vale. Pero es que desde hace años la mayoría de las ciudades medias y grandes de nuestro país están gobernadas por los populares. Y desde mayo casi todas las comunidades autónomas también. Y ha sido durante el último trimestre del pasado año cuando el déficit se ha disparado. Lo de la “herencia recibida” ya no cuela. Aunque sea cierto en algún caso. Algunos advertimos, antes de las elecciones generales, que era un tremendo error pensar o hacer pensar que bastaba sustituir a Rodríguez Zapatero por Rajoy para que todo fuera bien. Por la frustración y el desánimo que se producirían al no ser así. Aznar afirmó a finales de los noventa, en un gesto de humildad muy propio, que el milagro económico español había sido él. Pero ahora, con los objetivos macroeconómicos planteados, pintan bastos, recortes salariales, más paro y destrucción de empleo. Además hay que cumplir los programas electorales. Y se empieza a escuchar un susurro de voces discrepantes en el PP contra el fundamentalismo económico impuesto por Merckel que impide gestionar a muchos regidores. Quizás por eso en Sevilla no estaban tan exultantes como cabía esperar. Rajoy en su laberinto. No se iban a subir los impuestos. No se iban a producir recortes, se acometerían reformas. Mucho menos en sanidad, educación o servicios sociales. Las fogatas de hace unos meses se están convirtiendo en hogueras, a lo que ayuda algún bombero pirómano, como en Valencia: la mejor manera de recibir sensatez y mesura, es dándolas. Los necesitados que esperaban que, acabado el tiempo de la prédica, llegara el trigo, tendrán que seguir esperando: otra vez será.
Francisco Zamora es empresario