“Ahora soy una persona un poco más libre con la pulsera”

Una pulsera forma parte del cuerpo de Javier Anguita, hombre “un poco más libre”, según sus propias palabras. No es una prenda voluntaria; Anguita la llevará en su tobillo derecho hasta que reciba la condicional. La pulsera, que es una medida de vigilancia, calma la vida de un hogar que veía cómo el cabeza de familia abandonaba cada día, desde el pasado 15 de abril, la casa sobre las ocho menos veinte de la tarde para dormir en prisión. El precio del tercer grado. La historia de Anguita —jiennense que dejó atrás su adicción a las drogas y la cárcel— camina poco a poco hacia la normalidad.

10 may 2014 / 22:00 H.

“Tengo que estar en mi casa desde las once de la noche hasta las siete de la mañana”, explica el protagonista a Diario JAÉN. Anguita duerme en su residencia desde el miércoles, el día que le pusieron la citada pulsera.
El fin de las pernoctaciones en la cárcel devuelve la tranquilidad al hoy trabajador en un taller mecánico. “Estamos todos mucho mejor. Ya no tenemos que mirar el reloj”, asegura Ana Lechuga, la esposa.  El “reloj” ahora está en la pulsera de su marido. “Parece, por su color negro, un modelo Casio. No es grande. Le pusieron una pequeña. Había más voluminosas”, especifica Lechuga. La pareja tiene ahora teléfono fijo en su piso, ubicado en la calle Virgen de Guadalupe. “La pulsera cuenta con un dispositivo que está conectado al teléfono”, abunda la mujer. “Hemos puesto la línea telefónica precisamente por mi situación”, admite Javier Anguita. Está contento. “Ahora disfruto otra vez de la vida”, afirma. Sus mellizos, Javier y Triana, de poco más de dos años de edad, también son partícipes del cambio positivo en la familia.
Ocurría, antes de que el tobillo de Anguita estuviese en contacto con una medida de vigilancia, que el pequeño Javier se sujetaba con fuerza a la mano de su padre a poco que este amagara con salir fuera, con regresar, tal y como debía hacer por ley, para pasar la noche entre rejas. “Teníamos que engañar a los niños para que no fuesen conscientes de lo que en realidad pasaba. Decirles que su padre iba a trabajar. O que salía un momento a hacer algún recado. Han sufrido”, recuerda Ana Lechuga. “Ahora han dado un cambio grande”, agrega.  Hay una fecha en el calendario que servirá para festejar el proceso gradual de retorno a la ciudadanía de Javier Anguita. “El cumpleaños de mi esposo es el 16 de mayo; el mío, el 15. Aún no sabemos qué día lo celebraremos. Pero será a la vez. La verdad es que a él le hubiese gustado hacerlo fuera de Jaén. Es mejor que ahora esté más tranquilo”, reflexiona la jiennense.
Será un aniversario especial por cuanto ha pasado en los últimos meses. “Haremos algo en el campo”, indica Anguita. Su compañera, Ana Lechuga, echa la vista atrás y siente alivio, como si no pudiera creerse que su marido ya puede abrazarla cada noche. Que haya pasado todo, o al menos lo peor, no borra el calvario. Anguita se emplea en un taller del Grupo Catena. Cuenta que le va bien. “Me ha apoyado hasta gente que no conozco”, manifiesta. Espera “liberarse” de su pulsera en un mes.