15 jun 2014 / 22:00 H.
Lo del viernes fue una verdadera cura de humildad, un jarro de agua fría impresionante para la selección y también para todos en general, tanto para los muchos forofos de esos que ni razonan cuando se trata de cuestiones futbolísticas, como para los que solo ven los partidos de tarde en tarde. Pero, por dura que fuese la derrota, no es el final ni mucho menos. Precisamente por eso, es ahora cuando más hay que animar a la selección, tenemos que ser más de la roja de lo que lo hayamos sido nunca, porque si ellos mismos no creen en que pueden ganar, entonces sí es verdad que nos podemos dar por vencidos. Todavía hay esperanza, mucho más que esperanza, y el Mundial no ha hecho más que empezar. Un buen susto puede servir para poner los pies en la tierra y salir con más energía para el próximo. La afición se encuentra un poco dividida, entre los que han caído en el desaliento y los que creen que hay que tener más optimismo que nunca. Yo soy de esos, de los que intentan sacar cabeza siempre y creo que con pensamientos negativos no se llega a ningún lado. Si no entendí mal en una entrevista a Del Bosque, decía que no venía en los ojos de los jugadores la misma pasión que antes de ganar los dos anteriores mundiales. Ya han pasado días y hay que pasar página, hay que mirar a lo que viene ahora por delante, que es muy importante para el equipo. Como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga. A eso hay que aferrarse y salir a ganar.