Ahí vamos tirando
Decía uno de mi pueblo, jugando con los sentidos del verbo, que no está la cosa para tirar sino para recoger. Más allá de la frase hecha, la verdad es que mientras algunos hacemos lo que nos dejan, otros no sufren para pagar en el supermercado, cenar a algún restaurante, renovar el coche o la casa.
Aunque parezca sencillo tiene que haber algo que nunca comprendí, porque de lo contrario dejaría de tener este maldito contrato temporal que me atenaza. Me explico: dándole otra vuelta de tuerca política, el PP adelgaza cierta burocracia y funcionariado de la administración, pero incrementa los altos cargos con sueldos descomunales. Resultado, un leve descenso entre el debe y el haber, objetivo del gobierno cumplido. Esta farsa llamada economía solo les sirve a los ricos para que todo parezca que tiene ritmo cotidiano, para sumirnos en la falsedad de la fuerza del trabajo y de la especulación que hacen unos pocos con él, perdiendo nuestro tiempo contando unas escasas monedas, mientras en nombre de la crisis se forran los usurpadores. La vida está en otro lado, siempre la aplazamos… total, ¡si somos cuatro mangurrinos! Pero que a nadie se le olvide, que lo tenga bien presente y que no sirva como conformismo ni como resignación, sí como límite biológico, que también sabemos sonreír, disfrutar de esas cosas simples y bondadosas que están al alcance de cualquiera que sepa apreciarlas, y por supuesto luchar por la amistad y ser humildes. Un corazón limpio no depende del dinero que se tenga.
Juan Carlos Abril es escritor