16 jun 2015 / 15:14 H.
En una provincia como la jiennense es inevitable no asociar la climatología con el mar de olivos, porque como bien refleja el dicho popular: “cuando el olivar se resfría, todo Jaén estornuda”. Así, cuando llueve en una época en la que no es habitual que lo haga, como el mes de junio, la primera inquietud es pensar cómo afectará el agua al principal producto de esta tierra y, en este caso, la respuesta es en positivo. Ese riego extra y natural llega, precisamente, como agua de mayo para esas aceitunas que empiezan a engordar en el árbol. En términos cuantitativos, los datos señalan que no han sido demasiados los litros recogidos, pero aunque pocos, sus efectos serán muy positivos en un cultivo tan agradecido como el olivo. Con todo, en la zona de Despeñaperros llegaron a caer hasta catorce litros por metro cuadrado. Ahora, es de esperar que el fantasma de la peligrosa bacteria se quede solo sobre el papel y en las jornadas informativas que se organizan. La prevención es la mejor cura, en esta como en otras cuestiones, pero mucho mejor aún si no es preciso actuar. Igual que una lluvia provechosa abre la ventana a presagiar una buena cosecha, cualquier adversidad puede echar por tierra los mejores pronósticos. En un sector en el que el precio fluctúa tanto y es tan sensible a factores externos, las especulaciones nunca son buenas. A priori, la cosecha próxima se presenta más que favorable, después de una campaña paupérrima. Es primordial mantener los mercados que se conquistan en años de bonanza, lo contrario son pasos atrás que no se pueden permitir. Las perspectivas hacen soñar con toneladas de zumo de aceituna, alegría para el oleicultor y, por extensión, para que toda la economía jiennense se reactive.