Agente de la calle por vocación

Rayaba la adolescencia cuando, un buen día, llamó a la puerta de su casa el responsable de una academia de opositores. Nunca olvidará la cara de sorpresa que pusieron sus padres cuando se presentó este buen señor dispuesto a resolver cuantas dudas planteara la familia.

10 ago 2015 / 08:48 H.

Francisco José Calvo Aguilar fue el “culpable” de la escena. Tenía tanto empeño en convertirse en policía que no se lo pensó dos veces cuando cayó en sus manos la publicidad de una escuela privada. Llamó a escondidas. Lo que ocurre es que su secreto dejó de serlo con aquella visita inesperada.

Tuvo que esperar unos cuantos años para ver cumplido su sueño. Nació en Madrid hace cuarenta y dos y llegó a Alcalá la Real justo para entrar al colegio. Recuerda una infancia feliz, siempre en la calle y rodeado de amigos. Se puede decir que, para no romper la disciplina, decidió matricularse en Biblioteconomía y cubrir expediente. Tres meses duró su experiencia universitaria en Granada. No aguantó más. Lo suyo era otra cosa.

Pronto empezó a acumular libros y apuntes para cumplir su propósito. Como los palos con gusto saben a gloria, no le importó el esfuerzo que supuso estar encerrado y entrenar duro de sol a sol. A la tercera fue la vencida. Aprobó y, encantado, se trasladó a la Escuela Nacional de Policía de Ávila para completar su formación. Su primer destino fue Melilla y, después de un año de prácticas, empezó su periplo laboral en Barcelona. Más tarde adquirió experiencia en Madrid, Málaga, Granada y, por último, Jaén.

En su mochila guarda recuerdos imborrables, imágenes inolvidables que para él llegaron a formar parte de su rutina diaria. Perteneció, durante trece años, a la Unidad de Intervención Policial. Fue uno de los antidisturbios que apaciguan los ánimos en peleas, manifestaciones o partidos de fútbol multitudinarios. Ni que decir tiene que media un abismo entre lo que hacía en aquellas grandes ciudades y lo que hace hoy en Jaén. Colombia, Ecuador, Mauritania, Rumanía, Senegal... España y parte del extranjero tuvo que pisar este policía nacional antes de conseguir acercarse a su tierra.

Lo suyo es ayudar a los demás. Pertenece al Cuerpo de Seguridad Ciudadana y quienes lo conocen saben que Francisco José Calvo hace todo lo que está en su mano para que impere la paz en la calle. Vive su etapa dorada. Trabaja en lo que de verdad le gusta y tiene tan cerca su pueblo que no puede pedir más. Como buen alcalaíno, respira de otra forma cada vez que asoma por aquella carretera desde la que se atisba La Mota. Allí le espera siempre su familia, sus amigos de toda la vida y la tranquilidad que necesita para que la energía nunca falte. El deporte es algo más que una medicina para este policía vocacional.