Aficionados a la búsqueda de la captura más "pequeña"
Pepi Galera
Se levantan, cada fin de semana, durante más de tres meses al año, antes de que los primeros rayos de sol despunten. Aunque para la mayoría de los mortales “pegarse” este madrugón, después de una dura semana de trabajo, sería un suplicio, ellos lo adoran. Cualquier sacrifico es poco para practicar la que es su mayor afición: la caza deportiva. Se definen a sí mismos como amantes de la naturaleza y esta pasión les proporciona salud física y mental. “Es una gran forma de desconectar del trabajo y de los problemas cotidianos, en pleno contacto con la naturaleza”, dice un aficionado. Además, caminan por el campo durante más de cinco horas seguidas en la mayoría de las ocasiones, ejercicio que no es comparable con el mejor gimnasio del mundo, según ellos.

Se levantan, cada fin de semana, durante más de tres meses al año, antes de que los primeros rayos de sol despunten. Aunque para la mayoría de los mortales “pegarse” este madrugón, después de una dura semana de trabajo, sería un suplicio, ellos lo adoran. Cualquier sacrifico es poco para practicar la que es su mayor afición: la caza deportiva. Se definen a sí mismos como amantes de la naturaleza y esta pasión les proporciona salud física y mental. “Es una gran forma de desconectar del trabajo y de los problemas cotidianos, en pleno contacto con la naturaleza”, dice un aficionado. Además, caminan por el campo durante más de cinco horas seguidas en la mayoría de las ocasiones, ejercicio que no es comparable con el mejor gimnasio del mundo, según ellos.
Pero, dentro de la caza deportiva, hay multitud de variedades. En general, la primera clasificación que se hace es entre caza mayor y caza menor, en la que la distinción viene dada por el tamaño de la pieza abatida. En el segundo caso, los “trofeos” perseguidos por estos deportistas son conejos, liebres, codornices, perdices rojas, zorzales en todas sus variedades —alirrojo, charlo, común y real—, palomas —zurita, torcaz, común y bravía—, tórtolas y aves acuáticas como ánades y patos. Ahora, los aficionados a este tipo de caza están en plena temporada. Comenzaron el 11 de octubre, cuando se abrió la veda para la mayoría de las especies, y se prolongará hasta enero. De los 897 cotos que hay en la provincia de Jaén, más del 81 por ciento está dedicado a la caza menor. Allí, miles de jiennenses practican este deporte. Y es que esta es una provincia muy aficionada a la caza, ya que durante 2008 la Consejería de Medio Ambiente expidió cerca de 33.000 licencias, que supusieron un importe de 491.000 euros aproximadamente. Eso sí, tampoco se puede afirmar que esté creciendo, ya que, desde el año 2006, se han registrado unas 5.000 menos. Aún así, se mantiene la cifra de deportistas de hace 30 años. “Es una afición que aglutina tanto a adultos que toda su vida la han practicado por herencia de sus padres, hasta jóvenes que comienzan ahora a aficionarse”, dice el presidente de la Sociedad de Caza Urgavona, Francisco Martínez. Y, aunque haya sido tradicionalmente un deporte casi “restringido” a los hombres, hay mujeres que se comienzan a aficionar también. “Tenemos constancia de que hay mujeres a las que también le gusta la caza y estamos esperando que la primera se decida a entrar en la sociedad para regalarle la inscripción”, añade el presidente de la sociedad arjonera, que aglutina a 290 cazadores deportivos, divididos entre “escopeteros” y “galgueros”.
“Esta temporada está siendo muy buena para el conejo, al contrario que para la perdiz, ya que está el campo muy seco. En nuestra sociedad, tenemos una media de cinco conejos por día y sólo una perdiz, aunque, eso sí, siempre depende de la suerte de la jornada. Este es un deporte así, que te puedes ir a casa con las manos vacía,s pero, al mismo tiempo, la satisfacción de haber disfrutado de una buena jornada”, cuenta Cristino Jiménez, aficionado arjonero a este deporte. Razonamiento que coincide con su compañero y amigo Antonio López: “A cazar no se viene a por carne, para eso está la plaza. Quien piense lo contrario está muy equivocado. Es un deporte que se practica entre amigos para disfrutar”. Sea una temporada mejor o peor en cada especie, los cazadores deben ajustarse a los cupos que establece la Consejería de Medio Ambiente de piezas por especie, cazador y día. Estos cupos, después, son revisados por los responsables de cada coto, que sólo pueden rebajarlos: “Dependiendo de cómo se va viendo el campo y las piezas de cada especie, rebajamos el cupo de Medio Ambiente para nuestros socios. Somos los responsables de que se mantenga una población suficiente de cada animal para que se pueda seguir procreando. Si no lo hiciésemos así, nosotros también pagaríamos las consecuencias de una reducida población en otras temporadas”, destaca el presidente de la Asociación Urgavona. “Aunque seamos muy criticados por ecologistas, nosotros somos amantes de la naturaleza y la ciudamos como los que más, porque es donde practicamos nuestra afición”, matiza Antonio López. En este sentido, por ejemplo, la Sociedad de Caza Urgavona de Arjona tiene un guarda durante todo el año que se dedica a controlar la población de cada especie dentro de su coto, que tiene más de 9.000 hectáreas. “En ocasiones, cuando hay superpoblación de conejos que provoca daño en el cultivo de olivar —se comen los tallos más tiernos— se nos ofrece la posibilidad de subir el cupo o dedicar una jornada para cazar individuos de esta especie”, explica su presidente. Además, sus socios están completamente implicados con la iniciativa nacida hace tres años de recoger las vainas de los cartuchos vacíos del campo para evitar la contaminación medioambiental, ya que estos están compuestos por plástico y metal que no es biodegradable.
Pero no todo es acuerdo entre cazadores y agricultores. El uso de pesticidas para que no broten hierbas en el campo hace que los animales no dispongan de alimento y tengan que buscar otros lugares donde construir sus madrigueras o, simplemente, alimentarse de los brotes y varetas del olivo. Una forma de acabar con el medio natural en el que intentan sobrevivir estos animales.
Una de las peculiaridades de la caza menor es la forma en que se practica. Los deportistas son los que “buscan” su trofeo y no esperan apostados en un puesto fijo a que el animal pase por delante perseguido por las rehalas de perros, como se hace en la caza mayor. Caminan durante horas con sus perros para seguir el rastro de las piezas en el campo. Por seguridad, van en grupos reducidos, de dos o tres cazadores como máximo. “Siempre hay que tener controlada la situación de los compañeros para que no haya fallos a la hora de disparar y que algún cartucho pueda herir a alguien. Ante la duda, siempre es mejor no actuar”, asegura Antonio López. Así, con la ayuda del olfato de los perros buscan el rastro de conejos o liebres entre los troncos de los olivos y las madrigueras, momentos en los que hay que estar muy atentos para cuando salte la pieza poder abatirla. Para ello, la ayuda de los canes es fundamental. Entre las especies preferidas para la práctica de este deporte están los bracos, los pointer, los perdigueros y los bretones, ya sean puros o mezclas. En ellos, destacan habilidades como el olfato y la velocidad, al contrario de razas utilizadas para la caza mayor como son los mastines o podencos, más fuertes para hacer los agarres. “Cada cazador conoce a su perro y tiene sus preferencias. Pero siempre es esencial que el perro esté entrenado para la caza, aunque ya tengan por genética y raza esta capacidad más desarrollada. La mejor forma de entrenarlos es, sin duda, el contacto con el campo y la caza”, cuenta el cazador. Su cuidado debe ser constante durante todo el año, aunque sólo pongan en práctica sus habilidades durante unos meses. “Tener un perro es una responsabilidad diaria, que es bastante costosa en términos económicos, pero por la afición merece la pena”, destaca.
Y es que esta afición no es precisamente barata. Cada cazador debe obtener una serie de licencias y permisos sin los que no puede ni calzarse la botas para salir. La primera licencia es la de caza, que está gestionada por la Junta de Andalucía. Sus precios, para mayores de edad, oscilan entre los 13,71 euros por periodo de un año y los 190,08 para practicar la cetrería durante 5 años. Después, es necesario tener la licencia de armas, la federativa, pertenecer a un coto —las sociedades suelen gestionar estos derechos— y contratar un seguro de responsabilidad civil. Todo esto sin contar el precio para adquirir un arma, los cartuchos y mantener, si se utilizan, los perros. “La cuota de nuestra sociedad no es muy alta, ya que pagamos 120 euros al año, pero con el resto de los gastos el total supera los 300 euros”, explica Antonio López. “No es un afición barata, pero es la única que tenemos”, bromea.
Estos son los deportistas, aficionados que se someten a una serie de reglas y están controlados por las autoridades, pero no son los únicos que caminan estos meses por los campos detrás de sus trofeos: “Desafortunadamente, aún siguen existiendo los furtivos, que no benefician a nadie y contra los que tenemos que poner entre todos los medios para que dejen de delinquir”, dice el presidente de Urgavona, Francisco Martínez.
Cada jornada, cuando llega a su fin, haya tenido más o menos éxito, siempre tienen el mismo remate: una reunión en torno a una cerveza y un aperitivo entre amigos donde se cuentan las grandes hazañas —reales o imaginarias— de la jornada de caza.