24 jun 2014 / 22:00 H.
Querida ciudad, después de los nueve meses más cortos nunca antes vividos, vuelvo de nuevo a verte. Pensaba que no, pero realmente te he echado de menos. He añorado tu encanto del olivar, del olor a aceite y a galletas al entrar a la ciudad, el tener la estación en el centro y muchas más cosas que te hacen especial. A simple vista no ha cambiado nada tus calles siguen igual, todo está cerca de todo, a todo es fácil llegar andando. Hay ambiente en las calles aunque no algo descontrolado, siguen estando los comercios tan característicos de algunas de las calles. Vengo de estar fuera, me concedieron el Erasmus y me arme de valor y ganas de conocer Portugal y dejar por primera vez en mi vida mi ciudad natal de lado. Está claro que no me arrepiento de nada, pero sí que me gustaría compartir lo curioso que resulta cuando te ves de golpe en otra ciudad que no es la tuya. Cómo acostumbrada a vivir en esta ciudad que no es grande, de un día para otro me encuentro de manos de otro país, de otras costumbres y culturas rodeada de personas de todas partes del mundo. Cambió todo, ya no iba a clase en el típico autobús verde amarillo y blanco, tampoco tenía compañeros de la provincia de Jaén y alrededores. Las calles llenas de gente parecían el día 6 de enero en la noche de la cabalgata de reyes. De golpe me vi fuera de mi ciudad pero dentro de una experiencia irrepetible.