Acumulación de indignación

Los últimos datos de Oxfam sobre la acumulación de riqueza, solamente indignan. El Papa se ha hecho eco y pide a los ricos: “che, pibes, porfi, repartí algo”, no ve la metáfora de la viga en el ojo ajeno ni la parábola de Marx, capítulo XXVI de “El capital”, sobre “la acumulación originaria” —tipo pecado original de Adán— para explicar “la pobreza de la gran masa que aun hoy, pese a todo su trabajo, no tiene nada que vender salvo sus propias personas, y la riqueza de unos pocos, que crece continuamente aunque sus poseedores hayan dejado de trabajar hace mucho tiempo”.

    25 ene 2014 / 09:47 H.

    O sea, Oxfam ratifica cifras de hace ciento cincuenta años. En la “Filosofía del Derecho”, Hegel ya rechazaba la imposibilidad de solucionar los problemas de desigualdad social e inestabilidad por medio de mecanismos de redistribución de la riqueza. Cuando se produce una acumulación de capital, este busca otro espacio geográfico donde crear beneficios, de tal manera que, después de tanto tiempo, ya apenas quedan áreas de expansión, e incluso la creación de un espacio financiero ficticio ha reventado. Dadas la ocupación masiva y rivalidad de capitales, la extracción de bienes se dirige a la exigua propiedad que les queda a los desposeídos: agua, justicia, educación o sanidad. David Harvey acuñó en los años setenta el término “acumulación por desposesión”; esto es: lo que posee una minoría procede de lo robado al resto. Está muy claro, pero a mi entender la cuestión principal, en sociedades inteligentes como la nuestra, es la siguiente: ¿cómo es posible que siendo una mayoría aterradora la despojada de todo, no sea posible acabar con tal situación? Parece que en el momento de la desposesión se produjera un hechizo: transmutación de bienes por indignación. La acumulación de datos que lo refrenda, publicados con la complacencia de los acaparadores de riqueza, opera como levadura. Al ser expresada libremente, gracias a la Democracia, la propia indignación se convierte en desactivador de cualquier atisbo de escapatoria y, satisfecha en sí misma, perpetúa el sistema. No nos dejemos fascinar por la indignación del informe de Oxfam afirmando que “las élites económicas están secuestrando el poder político para manipular las reglas del juego económico, que socava la democracia”, porque la herramienta principal de manipulación que poseen las élites económicas para acumular riqueza y perpetuar el sistema es precisamente la democracia.

    Guillermo Fernández Rojano es escritor