Actitud coherente
Miguel Ángel López Hernández desde Baeza. Hemos pasado en muy poco tiempo, de la negación de la noticia, a la sorpresa sazonada en ademanes de estupefacción por la decisión tomada por parte del Santo Padre Benedicto XVI. Bien es sabido que ha dado mucho que hablar y que pensar con rumorología incluida no exenta de una cierta polémica por su excepcionalidad y por lo
manifiestamente inusual de la situación, este bombazo de noticia, aunque en honor a la verdad hemos de decir, que hay quien la ha adornado con aditamentos que no siempre van en aras de la verdad, sin excluir elucubraciones de todo tipo, que con el pasar de las horas se han templado con las explicaciones de los expertos y de las autoridades en este ámbito, que dicho sea de paso, tienen una opinión fundamentada en el conocimiento de la causa junto a esa sensatez y gracejo bienintencionada de cristianos de vocación, corazón, y testimonio que con el derecho a opinar sobre lo que está pasando, algunos, llenos de sinceridad aunque no con los suficientes elementos de juicio, pueden errar y otros tomar prestada una opinión generalizada y un tanto estándar de aquellos fabricadores de opinión que inoculan errores adrede. La decisión del Sumo Pontífice, ha partido con una entereza extraordinaria desde la base de la sinceridad, hasta el fuste de una valentía razonada del porqué de su deliberación. Las especulaciones del sucesor de San Pedro, han tardado poco en aparecer, si bien cada cual tiene su favorito. Eso no es malo, antes bien y al contrario beneficioso, aunque el Espíritu Santo con la inspiración divina, ya esté procediendo. No ocultaré mis simpatías por Monseñor Carlos Amigo por innúmeras razones y facultades y virtudes que le adornan. Concluyo esta carta, alegando que los motivos dados por Benedicto XVI, han sido para el bien de la Iglesia y de la Cristiandad.