Abstención y obligación
Hay una encuesta que a nadie parece interesar publicitar. Una encuesta que acertará de pleno, con un margen de error tan mínimo que estadísticamente será despreciable. El domingo, como también ocurrirá en los siguientes procesos electorales, la opción mayoritaria será la abstención. Con el número de abstencionistas cualquier partido político ganaría, Ley D´Hont manda, con una mayoría más que sobrada, cuando no absoluta.
Una pena, pero así será. Cuando un Estado, que se dice democrático, no vuelca los medios institucionales, no articula los legales, necesarios para reducir, incluso eliminar la abstención, se convierte en un estado deficitario democráticamente. Aún dando por válida la opción de personal de todos aquellos que libremente no acuden a las urnas, aún así, considero muy negativo el dato. Tan en contra estoy de ello que creo que el voto habría de ser obligatorio. En tanto en cuanto los partidos que llegan a gobernar han de hacerlo sobre el 100% de la población, creo que sería sano que el 100% de los votantes tuviese la obligación de participar.
Esto no es un choque futbolístico que vemos desde la grada, que se acaba y nos vamos. Esto es mucho más, es un Gobierno que decide por todos y sobre cosas que a todos nos afectan, en presente, y cada día. Es un debate interesante por abrir, con voluntad y de forma serena. No puede ser que haya una horquilla del 30 al 40%, cuando no más, que no intervenga para decidir quiénes han de gobernarles. Una democracia asentada es también aquella en la que sus ciudadanos han de tener obligaciones democráticas.
La política está muy por encima, y va más allá, que los políticos, y no podemos dejar que el árbol no nos deje ver el bosque.
La política, entendida como algo imprescindible para un desarrollo social, justo y sostenible de los pueblos, necesita para avanzar en plenitud que todos los ciudadanos se comprometan en el empeño. Y sin entrar en el debate filosófico de las libertades, individuales y colectivas, si hay que enfrentarse al de las pautas de comportamiento social en aras del buen desarrollo de la polis.
Una pena, pero así será. Cuando un Estado, que se dice democrático, no vuelca los medios institucionales, no articula los legales, necesarios para reducir, incluso eliminar la abstención, se convierte en un estado deficitario democráticamente. Aún dando por válida la opción de personal de todos aquellos que libremente no acuden a las urnas, aún así, considero muy negativo el dato. Tan en contra estoy de ello que creo que el voto habría de ser obligatorio. En tanto en cuanto los partidos que llegan a gobernar han de hacerlo sobre el 100% de la población, creo que sería sano que el 100% de los votantes tuviese la obligación de participar.
Esto no es un choque futbolístico que vemos desde la grada, que se acaba y nos vamos. Esto es mucho más, es un Gobierno que decide por todos y sobre cosas que a todos nos afectan, en presente, y cada día. Es un debate interesante por abrir, con voluntad y de forma serena. No puede ser que haya una horquilla del 30 al 40%, cuando no más, que no intervenga para decidir quiénes han de gobernarles. Una democracia asentada es también aquella en la que sus ciudadanos han de tener obligaciones democráticas.
La política está muy por encima, y va más allá, que los políticos, y no podemos dejar que el árbol no nos deje ver el bosque.
La política, entendida como algo imprescindible para un desarrollo social, justo y sostenible de los pueblos, necesita para avanzar en plenitud que todos los ciudadanos se comprometan en el empeño. Y sin entrar en el debate filosófico de las libertades, individuales y colectivas, si hay que enfrentarse al de las pautas de comportamiento social en aras del buen desarrollo de la polis.