22 abr 2014 / 22:00 H.
Conozco a quien ritualiza tanto la lectura de un libro que llega a retrasar el comienzo de algunos títulos porque prefiere la inquieta ansiedad de la espera al agridulce estado que le producirá terminar de leerlo. Algo así como la sensación de preferir estar delante de un sabroso plato de comida antes que haciendo la digestión del mismo; o como el artista o deportista que disfrutan del intransferible placer de la elaboración de su obra más que del expansivo parabién de los enfervorecidos espectadores. Abril es tradicionalmente el mes de libro: empieza homenajeando al libro infantil (día 2) por el nacimiento de Dickens, y continúa hoy celebrando su Día Internacional por la muerte de Cervantes. Conmemoración que resulta ser una sinécdoque: lo que importa no es el libro sino leer. La democratización de la lectura que supuso la invención de la imprenta debería multiplicarse ahora con la posibilidad del soporte digital. Aunque siempre sonará a gloria escuchar a una adolescente decir que prefiere el libro al e-book o se alegre porque ha oído que éste pronto saldrá al mercado con olor a papel.