Abadía: 'Este país es como una familia muy mal administrada'

Leopoldo Abadía (Zaragoza 1933), antiguo profesor de la Escuela de Negocios IESE, se ha hecho famoso por su peculiar y didáctica visión de la crisis, sobre lo que ha escrito ya dos libros. Este miércoles, a las 20:45 horas, ofrece en el aula de Cultura de la Diputación una conferencia que seguro no deja a nadie indiferente.

    12 abr 2010 / 16:41 H.

     

    Juana González Cerezo  
    —Acaba de publicar su segundo libro, “La hora de los sensatos”, en el que da una gran importancia a la honradez. ¿Falta ese valor entre quienes nos gobiernan?
    —Pues sí, falta mucha honradez, yo no digo que no haya, porque lógicamente honrados hay, pero es una situación muy mala, primero porque no ser honrado es ya muy malo, pero sobre todo porque la gente se desmoraliza y piensa que todos hacen lo mismo.
    —¿Y el caso Gürtel es un poco el ejemplo de eso?
    —Con el Gürtel, ya, peor todavía. Pero con ese y con los otros muchos casos; yo estoy ya cansado de tantos casos, de verdad, porque al final piensas si es que no hay nadie decente y sí que hay mucha gente decente. Esto es muy malo, insisto, para el que lo hace y para los demás.
    —En su primer libro explicó la crisis de manera didáctica y en este segundo plantea algunas recetas. Dígame cinco medidas concretas que usted aplicaría, ¿o no hay fórmulas mágicas?
    —Formulas mágicas no hay. Lo que pasa es que se me ocurrió la teoría del coche de seguridad, que no pasará a los anales de la economía, ni de la política, pero lo que planteo en este libro es que aquí hacen falta cuatro personas. Luego, he puesto seis, porque como se me ocurrió el asunto, me puse de presidente y luego puse a mi amigo también, pero esos dos son para llenar.
    —¿Sólo cuatro personas, entonces, es su teoría para acabar con la crisis?
    —Sí, una que se ocupe de las perras,  como un ama de casa, porque pienso que España es una familia muy mal administrada; otra, que se ocupe de la paz, la honradez y la tranquilidad, partiendo de la base de que la paz y la tranquilidad están encauzadas. Nunca puedes evitar que un chalado ponga una bomba, pero están encauzadas, pero lo de la honradez, no, en absoluto. Eso sería un gran trabajo para esta persona. Y otra, tercera, de relaciones con la gente, que en una primera época sería sólo de relaciones con las empresas, porque yo estoy convencido de que de este atasco que tenemos ahora sólo nos sacan las empresas. Me interesa que vayan muy bien, porque una contratará a uno, otra a dos y otra a cien. Pero no sólo empresas grandes.
    —Sí, como el tendero de su calle.
    —El tendero, sí, la mercería o la peluquera. El otro día iba por una calle en Barcelona y vi una peluquería, un  zapatero, el relojero, un bar y pensé: ‘esto es capitalismo puro’, porque ellos han metido en sus empresas todo lo que tienen. A mí me interesa que vayan bien todas las empresas porque crearán empleo.
    —¿Y la cuarta persona?
    —La cuarta, la de la buena educación. Que no consiste sólo en levantarse en el autobús cuando entra una viejecita para cederle el asiento, que también. La buena educación está en esto que ahora llaman volver a los viejos valores. Pero, los valores no son ni viejos ni nuevos: son. Ahí entra trabajar en serio, ser leales o no mentir. Todo eso me parece que hace mucha falta en este país. Estamos fabricando unos niños que yo no sé si van a servir para algo el día de mañana.
    —¿Somos demasiado blandos con nuestros hijos?
    —Somos demasiado blandos, sí, el otro día una señora en una conferencia me preguntó qué mundo le vamos a dejar a nuestros hijos y le contestó otra señora, joven, diciendo que la pregunta debería ser ‘¿qué hijos le vamos a dejar a este mundo? ¡Ahí va! Pues igual es verdad. El mundo será lo que sea la gente que viva en ese mundo y esa gente serán nuestros hijos y los tenemos que educar duramente.
    —¿Qué es educar duramente?
    —No digo a bofetada limpia, es otra cosa. Con exigencia, explicándoles que las cosas cuestan dinero, eso hay que explicárselo porque hemos vivido muy bien, gracias a Dios, y no tenemos que acostumbrarnos demasiado. Cuando les falta algo, que piensen que no es ningún drama. No lo tengo todo y no pasa nada.
    —Usted ha comentado que con el Plan E se ha tirado mucho dinero a la basura.
    —Sí, en España se tiran centenares de millones de euros a la basura entre el Gobierno central y las administraciones autonómicas. ¡Uf!, yo creo que hay dinero ahí para ahorrar, pues eso, centenares de millones. Somos una familia que ingresa poco y gasta mucho y eso ya se sabe cómo acaba: mal. Tienen que subir los impuestos y, al final, acabarán vendiendo los muebles del despacho del presidente.
    —¿Es partidario de taparse la nariz o cerrar los ojos, y que haya una amnistía fiscal para que salga a la luz el dinero negro?
    —El otro día leí que hay 100 millones de billetes de 500 euros y multipliqué, porque me armaba lío con los ceros, y me salieron 50.000 millones. Es una cifra que se dice con frecuencia, así que debe ser verdad. Que hay 50.000 millones por ahí escondidos. Pero además acabo de leer que  hay por ahí miles de millones de pesetas todavía. Sí, yo ahora soy partidario de una amnistía fiscal.
    —Pero no está bien visto, claro.
    —Ya sé que me dirán que eso es premiar al sinvergüenza, pues igual sí; pero en estos momentos prefiero que haya dinero a que esto esté así. Si hay que premiar al sinvergüenza, pues se le toma el nombre y se le dice  ‘no volverá  a pasar nunca más y, en cuanto pueda, iré a por usted’, pero hoy hace falta ese dinero, de verdad.
    —¿El problema de fondo de la economía es que no se habla claro y la gente desconecta?
    —Es un problema serio. Hay mucha gente ahora que me para por la calle, lo cual me da mucha vergüenza, sí, el otro día me dijo una señora que sólo había pedido dos autógrafos en su vida, uno a Severo Ochoa y otro a mí, y pensé: ‘¡Dios mío, esta señora qué buena persona que es, pero cómo ha bajado de nivel!’ La mayoría de la gente lo que más me dice es que a mí me han entendido. Es que la economía es muy sencillita.
    —Jaén es una capital de funcionarios ¿Eso es bueno o malo?
    —Funcionarios tiene que haber los necesarios, como todo. Yo conozco muchos, oye, que se ganan el sueldo bastante bien y que, además, hacen falta. Lo que pasa es que en muchos sitios hay una hinchazón de funcionarios tremenda, pero no estoy hablando de Andalucía, sino de otros sitios que tengo más cercanos. Hay que hacer un examen de la gente que sobra y de todos los gastos que se pueden evitar.
    —¿Es partidario del despido libre?
    —No, no digo para echarlos a todos a la calle, porque sería peor, sino decir: ‘Señores, el presupuesto normal es este y luego tenemos una mochila producto de unos años que hemos hecho un poco el loco y esa mochila ya la iremos amortizando poco a poco. Que sepan ustedes que aquí sobran mil y poco a poco iremos tragándonos esos mil que sobran’. Pero hay que saber exactamente cuántos son. Y eso es muy bueno, porque eso daría sensación de seriedad y creo que en España falta bastante seriedad.
    —Seriedad y sensatez, ¿no?
    —Lo de la sensatez viene porque en las conferencias que he dado la gente hace unas preguntas muy sensatas. ¿Qué pasa, que la gente normal es sensata y los que mandan no? No sé. La hora de los sensatos es porque a ver si de una vez los sensatos dicen a los insensatos que se callen.
    —¿Y cómo no lo ha llamado a usted Zapatero aún para que sea ministro de Economía?
    —Porque tiene mucho trabajo, déjale, que no llame, que no, que no, que yo estoy muy bien como estoy, me lo paso fenomenal.