A Rodríguez Ibarra

Lorenzo Rueda Peña desde Andújar. Carta abierta segunda parte dirigida a Juan Carlos Rodríguez Ibarra: acabo de leer el artículo que publica (2-7-12) Diario JAEN en su artículo “Cristales Rotos”, así como el publicado el pasado 18-6-12, y recapitulando pausadamente sobre todo lo que se expone en el mismo, me vienen algunas respuestas sobre muchas dudas que en los últimos años se habían almacenado en mi archivo de asuntos pendientes de resolver.

    23 jul 2012 / 18:25 H.

    Ahora comprendo por qué España es hoy un país sin proyecto político de futuro y arruinado para las dos o tres próximas generaciones.
    Ahora comprendo por qué la generación de jóvenes más preparada en la historia de España tiene que emigrar a otros países porque en el suyo no tienen trabajo.
    Ahora comprendo por qué España es hoy un país que ha perdido su crédito, ya que nadie se fía de ella. Ahora comprendo por qué. Son ustedes, los dirigentes políticos de este país en los últimos veinte años, sí, digo veinte porque la mayoría de los que hicieron la transición merecen nuestro respeto, los que nos han llevado a este pozo negro. La falta de estadistas con visión de futuro, las políticas cortoplacistas con miras a mañana que les permitan ganar las elecciones pasado mañana; en definitiva, la falta de ética y de estética, unidas a la ausencia de inteligencia (hay que reconocer que listos sí han sido), todo ello con la guinda de la corrupción han dado lugar a un cóctel de consecuencias catastróficas para España.
    Y es que leyendo su artículo aparecen ante mí los fantasmas de los últimos años. Siempre la misma cantinela: los políticos no son responsables, ni civil ni penalmente, del desaguisado causado, solo responden ante los ciudadanos en las urnas; la culpa de nuestros males es siempre de alguien de fuera, en este caso el premio de Eurovisión se lo lleva Angela Merkel; o el tan manido tema de los mercados como si fueran comecocos. Los llamados mercados no son, ni más ni menos, que ahorradores dispuestos a rentabilizar su dinero y colocarlo donde le ofrezcan fiabilidad y seguridad, y en caso contrario, exigen mayor tipo de interés. Es lo que le está ocurriendo a España en estos momentos, ya que al no ser un país fiable nos piden más interés por el dinero que nos prestan. Y esto que hacen los mercados es lo mismo que usted y yo haríamos con nuestros ahorros, exigir seguridad y rentabilidad. El problema del déficit y del endeudamiento no se puede solucionar por la vía de los ingresos, como usted dice, sino que hay que atacarlo por la reducción de gastos. Pensar que una mayor presión fiscal, ¿más todavía?, o una eventual campaña de lucha contra el fraude serán la receta para equilibrar las cuentas públicas y reducir el endeudamiento, aparte de un error, es una insensatez supina. Por lo que deduzco de su escrito, de lo que se trata es mantener las cosas como están, la misma organización territorial, el mismo peso de la administración pública, las mismas prebendas políticas y, en definitiva, que continúe la fiesta. Precisamente, esa apreciación suya, unida a la voluntad mayoritaria de la clase política de no cambiar nada, es la que perciben los mercados de forma tan negativa, porque España S. A. es una empresa en quiebra técnica, que año tras año arroja pérdidas. Sí, digo pérdidas, porque nadie habla del déficit por cuenta corriente ni de la deuda externa de la economía española. En el primer trimestre de 2012, la deuda de España con el exterior es de 1,78 billones de euros, es decir, el 167% del P.I.B. Esta cifra es el resultado de la suma de la deuda de las Administraciones Públicas, de las instituciones financieras, de las empresas y de las familias. Para darse cuenta de la gravedad del dato hay que decir que, en 2002 la deuda externa era de 300.000 millones de euros y en solo 10 años se ha triplicado. Por lo tanto, seguir hablando de políticas de gasto como medio de llegar al crecimiento económico, no es que den miedo, es que nos hundirían aún más. Mientras no se cambie el rumbo (ahorro, esfuerzo productivo, exportación, disminución del endeudamiento, etcétera), se simplifique la organización territorial del Estado, se eviten duplicidades de competencias, desaparezca la corrupción, y en definitiva, que dejemos de gastar lo que no tenemos, no conseguiremos transmitir al exterior que España es una empresa seria y solvente donde invertir es un valor seguro y rentable.